Los límites éticos, en una sociedad inficionada por el relativismo valorativo, dejan de ser eficaces y se vuelven simbólicos. La libertad no es, en el concepto clásico, la facultad de hacer todo lo que quiera hacerse, sino lo que deba hacerse. Es decir que la libertad, para el ser humano dotado de libre albedrío, pero también de autonomía y criterio de responsabilidad y de sindéresis, tiene un contenido y una finalidad éticos, debe tender a un bien, no a un mal, a un beneficio para el individuo y la sociedad y no a un perjuicio. Así la comprendió Aristóteles en la Ética Nicomaquea y la han entendido muchos pensadores a lo largo de la historia de las ideas.
Pero hay también una tendencia a considerar la libertad como un privilegio ilímite, que puede ejercerse para bien o para mal, despojado de principios y fines éticos. Esta es la libertad que suele confundirse con el libertinaje y es la que se pretende aplicarse desde medios periodísticos desaforados, como en el caso de aquellos que no reconocen ni valoran lo que significa el respeto a los demás, a las ideas y los valores, a las creencias políticas, religiosas, o de cualquier índole.
En relación con el periodismo, donde se sintetizan paradigmas de libertad como los de expresión y opinión, todos los códigos éticos establecen normas regulatorias, que fijan límites a la libertad: El respeto a las “NORMAS” está consagrado en códigos muy conocidos, como el de la Constitución, Biblia y otros . No obstante, esas normas tienen, como sucede ahora, una eficacia simbólica. Están escritas, sus preceptos son inequívocos, y legitiman el autocontrol razonable de las decisiones periodísticas, pero al mismo tiempo, en nombre de las libertades de expresión y de opinión, se admite que el periodista pueda invocar el derecho a expresarse y opinar sin controles autónomos o heterónomos, sin que por ello sea sometido a censura previa. Para incurrir en una infracción debe permitirse que se actúe o se deje de actuar.
En el caso de las normas expuestas para que los periodistas asistieran al evento denominado “MUSICFEST”, para nuestro modo de pensar y obrar éticos sus normas para asistir a cubrir ese evento dicho por muchos colegas en Popayán fueron , retadoras, provocadoras, imprudentes en el amplio sentido del término.
Son inaceptables porque irrespetan “la libertad de prensa”, pero, además, porque generan reacciones extremistas, que no son las de todos los que profesan la comunicación ofendidas, sino de sectores o medios radicales e irracionales, como la de quienes censuraron las normas expuestas por la nueva estación Radial y dicha actividad, comparables a las de todos aquellos que en la actualidad o en el pasado se han sentido con derecho a eliminar la información a su parecer
Para muchos en nuestro medio las normas que colocaron para el concierto de lanzamiento de la emisora “AUTONOMA” es el símbolo de un tipo de periodismo retador, insolente, mortificante, pero que tiene que soportarse en nombre de la libertad, incluso de un concepto desmadrado de libertad, no como la facultad de hacer lo que debe hacerse, sino, al contrario, de lo que no debe hacerse.
Nada puede justificar puede justificar que se coloque normas a los medios para que asistan a un evento de calidad en la región y sobre todo si tratan de colegas.
para muchos resulto provocador y desafiante que se enviaran datos , número de documentos y medios a los que pertenecen para asistir , pero de una forma bárbara muchos medios han resaltado el trabajo que inicia JENNY PATRICIA MOLANO MOLANO Coordinadora de Comunicaciones de esta institución Cuando el bárbaro además es cretino, no puede aguantar las Normas y busca al Colega hasta destruirlo , como ha sucedido en el espantoso acontecimiento de escuchar medios hablar de Patricia , Popayán cuna de la libertad y albergue de la Fe religiosa.
No comparto la idea ni la práctica del irrespeto a ningún compañero. El irrespeto es el último grito de la moda. Ahí comienza el debilitamiento de la integridad de cualquier sociedad. Pero menos puedo admitir que al irrespetuoso se le aniquile.
Hay que tolerarlo. Hay que dejar que discurra esa forma no deseable pero real de periodismo. Allá los periodistas, si abusan de la libertad, pero para que puedan ser responsables de abusar hay que dejar que actúen, sin censura previa.
Más vale una prensa desbocada que una prensa censurada, se ha dicho, así no se ajuste al modelo ético civilizado.
Las normas de ética de la profesión periodística establecen el deber de no discriminar, de respetar las normas establecidas
Pero surge entonces otro elemento en el debate y es la protesta casi unánime de los llamados líderes de los diferentes medios, con la multitudinaria manifestación realizada en la radio y wazaph internos a pesar de la explicación de Patricia A ESTOS, que, a mi modo de ver, no fue en ningún momento de rechazo contra el irrespeto a las normas sino sólo de condena a cumplir las reglas.
Más todavía: Está muy bien defender la libertad, pero si la libertad no reconoce el respeto a la diferencia, al derecho de otros a creer y pensar distinto, es imposible defender también la fraternidad y la igualdad, principios esenciales de la racionalidad en cuyo nombre se protesta contra la barbarie y la censura. ¿Qué fraternidad puede haber en una sociedad en la cual se ridiculiza, se caricaturiza, se insulta al que piensa y cree distinto? ¿Qué igualdad habrá donde se abuse de las ventajas que da el uso de medios de comunicación para imponer el predominio de juicios de valor descalificatorios y opiniones exclusivas y excluyentes? La libertad sin respeto es fuente de discordia y negación de la convivencia.
Bendiciones y bienvenida a Patricia y su AUTONOMA STEREO EN POPAYAN