Ser lo que somos nos da unos privilegios y unas obligaciones, pero sobre todo nos permite vivir entre humanos, en sociedad; esto es lo que quiere decir estar en el mundo y pertenecer a nuestra especie. La sociedad nos es todo, nos acoge. En ningún caso se trata de elegir entre lo que podría ser vivir en la naturaleza o en sociedad, sino que nuestra naturaleza es la propia sociedad. Hacer y recibir, relacionarse, sentir, pensar, enseñar y aprender, escuchar, compartir…, todo esto es por lo que vivimos y todo es gracias a la posibilidad que tenemos de vivir en sociedad. Ésta nos da forma (es nuestra esencia), un lenguaje (la posibilidad de comunicarnos) y, principalmente, está pensada por y para hombres como nosotros. El hecho de vivir todos juntos requiere que establezcamos una convención entre nosotros, que únicamente son leyes e imposiciones de la sociedad. No nacen de la nada, sino que han sido inventadas y aceptadas por hombres y en cualquier momento pueden ser abolidas.
La diferencia entre humanos y animales reside nuestra naturaleza, los animales tienen unas condiciones naturales que les obligan a hacer una serie de cosas y les impiden otras para poder sobrevivir, nosotros tenemos mayor libertar para elegir y poder equivocarnos. A esto le llamamos capacidad racional, que se define como: la capacidad de establecer convenciones, o sea, leyes que no nos vengan impuestas por la biología sino que aceptemos voluntariamente.
Podemos decir que nosotros tenemos una «meta» que es la calidad de vida y la duración de ésta. Puede que fuese más sencillo vivir como animales, sin complicaciones, pero sería imposible llegar a un punto en el que llegásemos a esa simplicidad natural en la nunca hemos vivido.
El idioma de los romanos empleaba las expresiones «vivir» y «estar entre los hombres» o «morir» y «cesar de estar entre los hombres» como sinónimos.
La vida política no es, sin embargo, la forma única de una existencia humana en común.
MARCELO ARANGO MOSQUERA