Una tarde un abogado iba en su limusina cuando vió dos hombres al costado de la ruta comiendo Pasto, Preocupado, ordenó a su chofer detenerse y bajó a investigar. Le preguntó a uno: ¿Porque están comiendo pasto?
-No tenemos dinero para comida, dijo el pobre hombre. Tenemos que comer pasto.
-Bueno entonces ustedes vengan a mi casa y yo los alimentaré. Dijo el abogado.
-Pero señor. Tengo esposa y dos chicos conmigo, están allí debajo de aquél árbol.
-Que vengan también, dijo el abogado. Volviéndose al otro pobre hombre le dijo: usted también venga.
El hombre, en una voz lastimoso dijo: Pero señor yo también tengo esposa y seis hijos conmigo.
– Que vengan ellos también. Respondió el abogado.
Entraron todos en el auto, lo que no fué fácil, aún para un automóvil tan grande como la limusina.
Una vez en camino, uno de los pobres hombres miró al abogado y le dice: Señor usted es muy bueno. Gracias por llevarnos a todos con usted.
El abogado dijo: Feliz de hacerlo, les va a encantar mi casa, ¡el pasto está como de tres metros de alto!.
Asombro sin duda estaba en el rostro de de quienes esperaban recibir algo mejor y hasta ustedes mis lectores, esperaban un final diferente.
Con Dios podemos estar seguros de que él tiene lo mejor para nosotros. Él no agrega miseria a nuestra condición sino total bendición. .
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.»
Mateo 5:7.
No es bueno que el hombre que no quiera perdonar sea perdonado, y que quien no quiera dar a los pobres vea sus propias necesidades subsanadas.
Dios nos medirá con nuestra propia medida, y aquellos que han sido duros señores y duros acreedores, descubrirán que el Señor tratará duramente con ellos.»Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia.» En este día, tratemos de dar y de perdonar. Hemos de ocuparnos en estos dos verbos: tolerar y soportar. Hemos de ser amables, y benévolos y tiernos.
No malinterpretemos la conducta de los demás, ni impongamos onerosos contratos, ni iniciemos insensatas querellas, ni seamos demasiado exigentes. Ciertamente deseamos ser bendecidos, y también necesitamos obtener misericordia: seamos misericordiosos para que alcancemos misericordia. Cumplamos con la condición, para que recibamos la bienaventuranza. ¿Acaso no es un deber agradable ser amable? ¿Acaso no hay mucho más dulzura en eso que en estar enfadados y ser mezquinos? Vamos, Además, la obtención de misericordia es una rica recompensa. ¿Quién, con la excepción de la gracia soberana, podría sugerir una promesa como esta?
Uno de los grandes principios que se han perdido en nuestro siglo XXI es el ser misericordiosos..
Te reto a que hoy ayudes a un necesitado..
Su Pastor..
Carlos Alberto Díaz
C.A.D