Hubiera sido más fácil anteponer la palabra honorables “Corte Constitucional ” si no pasan el plebiscito aténgase a revivir la toma del palacio. Obviamente este Gobierno es más inteligente y menos frentero. Más experto en amenazas indirectas y en tretas malévolas. Lo más sencillo fue asustar a todo el país para poner a la Corte contra la pared. O aprueban el único logro de Santos en seis años, pasar un plebiscito en el Congreso o se echan en sus hombros la responsabilidad de media Colombia en llamas, curiosamente donde más votos habrían según el censo, en las urbes.
Militares beligerantes, periodistas comprados y un temor a ser víctima de futuros atentados. Así cualquier desprevenido nos niega una firma por la resistencia civil. Se aferra a los pies de Santos para implorarle paz y hasta olvida pedirle entonces explicaciones de que si aún tienen semejantes arsenales listos para lanzar contra las principales ciudades por qué el Gobierno no hace lo mínimo por ir tras ellos será que la tregua implica fortalecimiento. Cuatro pasos para sembrar terror.
Primero, El Ministro de Defensa lanzó una fuerte advertencia a los militares activos y a sus familias. Les dejó saber que soterradamente deben ponerle votos al plebiscito. Aceptando lo pactado en La Habana, al fin y al cabo allá hay generales de “peso” que deciden por ustedes. Les dijo en otras palabras, “que ojo con los ascensos, con las primas, con quejarse por morir por francotiradores”.
Que cuidadito con que su familias no le den besos al Presidente cuando le entregue los restos mortales suyos. Que ojo con decir algo contra la paz. Que si se ponen la paloma en la solapa recibirán embajadas apenas terminen, o que si quieren escribir libros desde la cárcel como el de “Me niego a arrodillarme”. Comillas mías.
Segundo, él mismo Presidente entregando casas regaladas les estrechaba la mano con una pequeña advertencia, si votan si habrá más proyectos. “Nadie vendrá a ponerles bombas a estas casas. Sus hijos no morirán mutilados por papas bomba en el colegio. Sus maridos llegarán bien del trabajo, quizás ni hayan atentados en los clubes o a las emisoras”. Comillas mías
Tercero, el manoseo al periodismo en carne cruda. Usaron a unas nobles personas, las llenaron de regalos, cámaras, grabadoras, micrófonos, y un carnet para que puedan entrar a todo acto gubernamental. Les pusieron el mote de periodistas de la paz. Y los mandaron a tomar fotos, hacer entrevistas y contarles a todos que tan bueno es el proceso.
Yo no sabía que los periodistas éramos rotulados tan fácilmente. De ser así, Cambio Radical tendría periodistas especializados para cubrir las destituciones de sus avalados. Los verdes pregoneros especializados en grabar cada pelea de Claudia López y hasta la U los que cubrirían los viajes de Roy Barreras a Cuba.
Cuarto, el último mensaje fue la amenaza fulminante. Si no votan a favor del Gobierno habrá guerra urbana. O sea terrorismo urbano. Volverán los carros bomba, los secuestros, los atentados a medios, los secuestros de periodistas, la zozobra, y en ese escenario ni se les ocurra salir a firmar contra el proceso. Puede explotarles una bomba bien cerca de los puntos fijos.
Lanzó amenazas indirectas a la Corte, al pueblo y a medio mundo que estaba precisamente pendiente del Foro Económico Mundial. Su destape fue frentero y brutal. Anunció a los cuatro vientos la estrategia más temida por todos nosotros. Su forma de presionar no tendrá límites.
Bien caro le resultó al país que la Corte Constitucional apruebe la otra semana el plebiscito. Amenazar las ciudades es lo más rentable cuando de lograr un sí se trata. Ya el Presidente logró por lo menos esta ves que la Corte diga sí a la paz y pase el plebiscito, dirán que porque no encontraron vicios de trámite ni de forma. Mentirán, pues con semejante amenaza cualquiera te da el sí.