La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, fue suspendida y será sometida a un juicio político por el Senado, una medida tajante que corta 13 años de gobiernos de izquierda en el mayor país de América Latina y plantea incógnitas sobre su futuro inmediato.
Por 55 votos a 22, los senadores separaron a Rousseff del poder a las 06:34 de la mañana (hora local) de este jueves, culminando una feroz lucha política y legal que Brasil arrastra hace meses mientras su población atónita sufre la peor crisis económica en décadas
Se espera que en la misma mañana de este jueves la presidenta sea notificada oficialmente de la decisión y que el vicepresidente Michel Temer la reemplace por hasta 180 días, mientras transcurre el juicio político, un cambio que repercutirá en toda la región, según analistas.
Rousseff, de 68 años, responderá ante el Senado por presunto maquillaje del déficit presupuestal de su gobierno usando dinero de bancos públicos, algo prohibido por ley, aunque ella niega la acusación y afirma que hay un «golpe» de Estado en su contra.
Pero que más de dos tercios de los senadores votaron en su contra (se necesitaba sólo mayoría simple para suspenderla) dan pocas esperanzas a la primera mujer presidenta de Brasil de recuperar su mandato, ya que esa mayoría especial bastaría para destituirla.
El mandato de Rousseff termina el 31 de diciembre de 2018.
Este miércoles, su último día de gobierno, la mandataria caminó por la mañana por el parque de la residencia oficial de la Alvorada (donde permanecerá mientras la juzgan) y por la tarde fue al palacio presidencial de Planalto, a retirar objetos personales esperando el voto del Senado.
Está previsto que la exguerrillera de 68 años se pronuncie este jueves.
Clima turbulento
Su remoción ocurre en medio de escándalos de corrupción que golpean a toda la clase política brasileña, incluido el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff, cuyos índices de popularidad se desplomaron.
ella no está acusada de haberse enriquecido con recursos ilícitos, y la pregunta de si es justo que la suspenda un Congreso lleno de escándalos divide a Brasil, aunque el juicio político tiene amplio apoyo popular según encuestas.
«Estamos en un momento de absoluta incertidumbre sobre si se está haciendo de hecho justicia y sobre las consecuencias de esto para la política brasileña», dijo Marco Antonio Teixeira, politólogo de la Fundación Getúlio Vargas, una universidad brasileña de élite.
«Es un gobierno absolutamente impopular, pero por impopularidad la Constitución brasileña no derriba gobiernos. Lo que los derriba son crímenes contra la Constitución y hasta ahora no hay consenso sobre si ella cometió uno», agregó en diálogo con BBC Mundo.
«Anomia social»
Esta es la segunda vez que un presidente brasileño es apartado del cargo para llevarlo a juicio político desde que el país recuperó la democracia en 1985.
La noche del miércoles, mientras los senadores discutían, hubo algunos enfrentamientos fuera del Congreso, en Brasilia, entre manifestantes defensores de Rousseff y fuerzas policiales
Dentro del Senado, la maratónica sesión transcurrió sin incidentes, pero tuvo frases que reflejaron el momento especial que vive Brasil tras dos décadas de estabilidad política y crecimiento económico.
«Vivimos en un estado de anomia social, que es cuando las personas ya no creen más en sus hombres públicos» ni «en sus instituciones», dijo la senadora Simone Tebet, del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) del vicepresidente Michel Temer.
«Estamos viviendo una anarquía institucional», afirmó el senador Jorge Viana, del PT de Rousseff.
«Llegamos al ápice de todas las crisis. Llegamos a las ruinas de un gobierno, a las ruinas de un país», sostuvo el senador Fernando Collor, quien como presidente en 1992 fue el primero en ser sometido a un juicio político, esa vez por denuncias de corrupción y crisis económica.
Durante la sesión presidida por Renan Calheiros, un senador que enfrenta denuncias de corrupción, hubo menos referencias a la acusación específica contra Rousseff que a la crisis política o la colosal red de sobornos en la petrolera estatal Petrobras.
Fantasía retórica
También se escucharon metáforas fuertes sobre el impeachment.
«Brasil hoy es como un cuerpo diabético, un cuerpo febril (…) y con una pierna llena de gangrena», dijo el senador Magno Malta, del Partido de la República. «Y la lógica es esta: si amputamos la pierna, salvaremos el cuerpo».
«En la política, como en la vida, cuando se tiene un quiste no hay solución sin sangre», sostuvo José Maranhão, otro senador del PMDB.
El oficialismo insistió en que remover a Rousseff es un «golpe», algo rechazado por la oposición, que sostiene que hay indicios suficientes de que la presidenta violó una ley de responsabilidad fiscal para mejorar sus posibilidades de reelección en 2014.
«Se quiere construir una fantasía retórica para apartar a una presidenta de la República legítimamente electa», sostuvo el abogado general del Estado, José Eduardo Cardozo, al hablar como defensa de Rousseff justo antes de la votación. «¿Quién podrá gobernar de aquí en adelante?».
La amplia mayoría de votos contra Rousseff quedó clara desde el comienzo de la sesión en la mañana del miércoles: se pronunciaron 11 senadores a favor del juicio político antes de que alguno lo hiciera en contra, ya a media tarde.
El proceso ya contaba con un amplio apoyo de Diputados, que lo autorizó por 367 votos a 137 el mes pasado, otra señal clara de cómo se esfumó el respaldo que el gobierno tenía en el Congreso.
Cambio de tendencia
Construir una base sólida de apoyo legislativo es uno de los grandes retos que aguardan a Temer, un experto en derecho de 75 años que según encuestas es tan impopular como Rousseff.
Temer —que días atrás fue condenado por pasar límites de donaciones electorales y podría ser impedido de presentarse a los próximos comicios— ha tenido dificultades para formar su gabinete ante exigencias de los partidos que invita a participar del gobierno.
Cualquier alianza que logre será puesta a prueba en el Congreso cuando se voten las medidas impopulares que se espera que tiene que tomar para sacar a la economía de la mayor recesión en décadas.
Los planes de austeridad y las medidas pro-mercado que se anuncia que prepara el equipo de Temer marcarían un punto de inflexión respecto al proteccionismo e intervencionismo económico que Rousseff promovió durante buena parte de su gobierno.
El PT vuelve ahora a la tarea de oposición que practicó desde que fue fundado en 1980, bajo el régimen militar, hasta 2003, cuando su líder Luiz Inácio Lula da Silva llegó a la Presidencia.
Sus gobiernos sacaron a millones de brasileños de la pobreza con programas sociales, asombraron al mundo en medio de un boom económico, y permitieron a Rousseff ganar las elecciones de 2010 y 2014 pese a los crecientes escándalos de corrupción.
Pero así como aquel primer triunfo electoral de Lula simbolizó el ascenso al poder de la izquierda sudamericana, para la cual el PT era un referente clave, la caída de Rousseff muestra una tendencia inversa, señalan analistas.
«Se ha agotado el modelo político que durante 15 años por lo menos ha funcionado relativamente bien en Sudamérica«, dijo a BBC Mundo Paulo Velasco, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
«Y Brasil», agregó, «es el símbolo más grande de este cambio».