El autodenominado “Ejército de Liberación Nacional”, que mataron al comandante del Gaula de la Policía en el departamento del Cesar, mayor Carlos Hurtado, se han ganado el desprecio de los colombianos, que ingenuamente habían creído en los resultados de la “Mesa de Diálogo” instalada por el gobierno en la ciudad de Quito, capital de la república del Ecuador.
El mayor Carlos Augusto Correa , padre de familia, que llevaba muchos años al servicio de la institución, cumplía sus tareas de vigilancia y control, cuando fue víctima de ELN , que han impuesto un régimen de terror en las regiones donde habitan continuamente como la zona de la frontera con Venezuela, donde los cultivos de coca y amapola son una fuente de financiación de este grupo subversivo.
Estos hechos se producen en momentos en que estos criminales predican la paz y se auto-proclaman abanderados de la justicia social, cuando en realidad son vulgares delincuentes, a quienes el gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha querido extenderles la mano, en un gesto de buena voluntad, que rechazan como felinos, rechazando las buenas intenciones que haya tenido el ingenuo huésped del Palacio de Nariño.
Desde cuando se instaló la “Mesa de Diálogo” en un paraje cercano a la ciudad de Quito, los miembros del ELN han multiplicado sus atentados contra la red nacional de oleoductos, el asesinato de miembros de la fuerza pública, el secuestro de campesinos, la extorsión y la ampliación de su influencia a los territorios que anteriormente habían ocupado sus colegas de las FARC, especialmente hacia los departamentos fronterizos del Chocó, Nariño , Cauca y Norte de Santander.
El cinismo de estos criminales, que hace mucho tiempo abandonaron su ideario político, para dedicarse a la riqueza que generan sus negocios con el narcotrafico y con el secuestro, sus grandes fortunas en Venezuela y otros lugares del mundo, incorpora a sus explicaciones y justificaciones la supuesta causa ‘revolucionaria’ que hace medio siglo esgrimieron sus fundadores, desde la ‘Toma de Simacota’ en Norte de Santander hasta nuestros días.
Varias generaciones de guerrilleros del ELN han desaparecido por la acción de las fuerzas militares y de policía, que tienen la obligación de combatirlos y exterminarlos. La indiferencia del gobierno, frente a los crímenes de este grupo guerrillero hace pensar en la complicidad de sectores académicos, que la víspera intentaron introducir al Capitolio Nacional a sus delegados para una supuesta conferencia por la paz de Colombia.
Es curioso que mientras un líder político, parlamentario o diputado, perteneciente a los partidos históricos logra línea directa con los grupos paramilitares, que están prácticamente liquidados, se le califica con todo el rigor de la ley, incluyendo la pérdida de su libertad en forma indefinida y la confiscación de sus bienes obtenidos a justo título, los falsos apóstoles de la paz, que tienen línea directa con este grupo subversivo, entre ellos algunos académicos de respetables universidades, se les otorga el rango de “Gestores de Paz”, como el caso del senador Iván Cepeda, a quien se le ha otorgado enorme protagonismo en esta etapa de la vida nacional.
El señor ex ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo Salazar, pierde el tiempo dialogando con un atajo de criminales, que convirtieron la guerra en un negocio.
Tristemenete el presidente Santos ha mandado un mensaje equivocado a las fuerzas militares, colocándolas a realizar labores domésticas, mientras los francotiradores del ELN, siguen cometiendo delitos atroces, ante la indiferencia del extraño huésped del Palacio de Nariño, que abandonó su espíritu de combate y ha creído que el Premio Nobel de la Paz lo inhabilita para combatir a los rebeldes.
Mientras los finqueros y campesinos siguen siendo perseguidos, maltratados y sometidos a la acción criminal de los francotiradores del ELN, que además han causado enorme daño a la economía nacional, con la voladura recurrente de oleoductos, el país nacional piensa que una mano fuerte y sin compasión asuma las riendas de esta nación, para devolverles su autonomía a las fuerzas armadas de la república.