“Si corren, se van para afuera”. Una nutrida patrulla de guardas de seguridad controla la entrada del show de ElRubius y Luzu en el Club Media Fest de Bogotá como si fuera el acto oficial de dos jefes de Estado. “No queremos que la gente entre acá como vacas descontroladas”, explican los seguratas.
Una madre se despide de su hijo, un renacuajo de apenas 10 años, con ojos lacrimosos. “Sigue, sigue tú, ya nos encontraremos después a la salida”. Las colas se han prolongado más de dos horas. Muchos se quedarán fuera. Son críos, varios casi bebés de seis años, ninguno parece mayor de edad. Un grupo de amigas con gorritos de Pokemon miran de cerca la escena con envidia, saben que no podrán entrar.
Unos minutos después, ElRubius habla sobre su trabajo. “Básicamente consiste en pasarme todo el día con los videojuegos”, bromea. Cada frase que dice provoca una ovación. Cuando se levanta a por una botella de agua y traza una cabriola con pose juguetona, las mil personas que lograron entrar al auditorio se abandonan a la histeria.
Al igual que él, su compi Luzu va disfrazado de Pikachu: un ser adorable y amarillo. Les preguntan por las críticas que a veces reciben por parte de los adultos. “Han crecido en otra época donde no existía Internet. Yo llevo enganchado desde los ocho años. Mi abuelo me hace mucha gracia: ¡se acaba de abrir una cuenta en Facebook!”, comenta ElRubius. “Los mayores tampoco entendían el fenómeno fan con los Beatles, esto es lo mismo”, añade Luzu.
Un padre con el pelo acribillado por las canas, que ha venido con sus tres críos adolescentes, abre exageradamente los ojos, entre sorprendido y estupefacto. Otro, un par de filas adelante, bosteza mientras su hijo prepúber grita e intenta elevar su móvil por encima de las cabezas de otros mayores que él.
“Hasta ahora os habéis portado muy bien. Que nadie se descontrole, porque si no habrá que suspender el espectáculo”, advierte el presentador, que no para de reír como un poseso y gritar sin control, en su particular contribución al ambiente de histeria generalizado. Cuando ElRubius baja del escenario a firmar un autógrafo para Génesis, una niñita encantadora que se presenta como la presidenta de su club de fans en Colombia, el descontrol amenaza por echarlo todo a perder.
Cualquiera puede llegar a ser uno de ellos
En un clima entre el estallido de emoción fan, el chaparrón permanente (es época de lluvias en Bogotá) y el minucioso control de seguridad han discurrido los dos días del festival, que ha registrado 16.000 espectadores. Los chavales han podido conocer cara a cara a los ‘youtubers’ en los que invierten gran parte de su tiempo libre. “Cada ratito estamos dándole a F5 para ver si ElRubius ha subido un nuevo vídeo en su canal”, reconocen dos chicos que visten igual que su ídolo: gorra, ropa deportiva y zapatillas.
Se ven sombreros de ElRubius, camisetas de ElRubius e incluso algunos llevan el cómic ElRubius: Virtual Hero (Planeta, 2015), con la intención de que se lo pueda firmar en las muy codiciadas sesiones de meet and greet donde pueden conocerle en persona. El público aglutina una curiosa amalgama de tribus urbanas: swaggers, emos, fanáticos del anime, sucedáneos de pandilleros… y hasta un grupete con las caretas de Anonymous, que corre como si no hubiera un mañana para asistir al debate entre algunos de los ‘youtubers’ latinoamericanos más populares.
“La realidad es que en este universo todo se mide en números. El objetivo es tener cada vez más fans, ser más popular”, sentencia con una sinceridad aplastante el chileno Xodaaaa, que aspira a alcanzar pronto 1.200.000 suscriptores. “Por acá en Bogotá son muy educados, en mi tierra nos estarían quitando los órganos para venderlos”, comenta el argentino Vedito. Y uno no sabe si es de cachondeo o qué. El peruanoMox tiene maneras de estrella del rock, sabe lo que tiene que decir en cada momento para ganarse a la audiencia: “Lo que más me gusta de Colombia es su gente y las flacas ricas (sic)”.
El referente de todos ellos es el mexicano Werevertumorro, pionero en Latinoamérica, que cuenta con más de 11 millones de suscriptores. “Sabía que iba a ser famoso, pero pensé que sería gracias al fútbol. Era muy bueno, de verdad. Triunfar con esto fue una sorpresa. Ahora te das cuenta de que eres un ejemplo para muchos, así que intentas trasmitir ideas positivas y ser responsable”. Ahí coinciden todos estos “artistas sociales” con cientos de miles de seguidores: el mensaje positivo, evitar la controversia y repetir el lema de que “cualquiera puede llegar a ser uno de nosotros”.
El ‘zapping’ en la vida real
El festival ofrece un frenético programa. Es la evolución hacia la vida real del ‘zapping’ televisivo. Pasan un sinfín de cosas al mismo tiempo. Todo es fugaz, pero se vive con una intensidad sólo apta para la juventud. Una ‘boy band’ interpreta versiones acarameladas de Justin Bieber. Un tal TecnoAndretix pincha a la hora de comer un EDM de garrafón que ni en las ‘raves’ más desfasadas. Todos botan como locos. Los padres, perplejos, se apartan a un lado con cara de susto. Hay exhibiciones de videojuegos, parodias humorísticas de humor cafre a lo ‘Jackass’… Un follón que aturde y, en cierto modo, hipnotiza.
Si uno escarba más allá de la superficie, ve a un grupo de jóvenes (los ‘youtubers’ más exitosos tienen entre 20 y 30 años) inteligentes que han sabido montárselo muy bien en una época en la que a los de su generación les dijeron que jamás encontrarían un buen trabajo. Muchos de ellos tienen estudios superiores: publicidad, marketing, comunicación, diseño gráfico, producción audiovisual, cine… Hablan con naturalidad y transmiten con pasmosa facilidad lo que sea que quieran transmitir. Algunos son unos hachas del humor, otras destacan dando consejos de maquillaje y los hay quienes son unos ‘jugones’ de las consolas o se defienden con la música.
¿Qué harías si un día YouTube se acaba? La pregunta es para Fernanfloo, un chaval salvadoreño que recibe casi 30 millones de visitas con sus vídeos sobre’Grand Theft Auto’. “Uf, eso es duro. Si esto fuera para abajo habría que ser listo y cambiar a otras plataformas con las que llegar a la gente”. Apenas termina la frase, la respuesta del público es unánime. Ovación e histeria.
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