La reciente advertencia del expresidente estadounidense, Donald Trump, de que países involucrados en el narcotráfico, nombrando explícitamente a Colombia y Venezuela, son «sujetos a ataques», no es solo una declaración incendiaria; es una peligrosa escalada en la ya compleja geopolítica antidrogas. Este tipo de retórica, que amenaza con acciones militares en tierra, representa un preocupante retorno a la política del garrote, una estrategia que históricamente ha demostrado ser más eficaz para generar inestabilidad que para resolver el problema de fondo.
Un Enfoque Militarista Cuestionable
La premisa de que la destrucción de embarcaciones y la «baja» de presuntos traficantes es el camino hacia la victoria es una simplificación extrema. Si bien la operación Lanza del Sur puede presentar cifras de incautación y neutralización —21 embarcaciones y 82 personas, según el Pentágono—, la historia nos enseña que el narcotráfico es un hidra: se corta una cabeza y dos nuevas aparecen.
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Foco Desplazado: La amenaza se centra en la oferta (países productores) y no en la demanda insaciable de Estados Unidos, que es el motor real de este negocio.
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Una estrategia efectiva debe atacar ambos frentes.
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Violación de Soberanía: El solo anuncio de posibles ataques terrestres en territorio soberano, como se advierte para Venezuela y se extiende a Colombia, dinamita décadas de cooperación bilateral y la confianza necesaria para el trabajo conjunto.
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Riesgo de Conflicto: Las acciones unilaterales y el despliegue militar elevan la tensión regional, especialmente en un contexto ya volátil como la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro. Esto no combate el narcotráfico; aumenta la probabilidad de un conflicto armado.
La Necesidad de una Estrategia Integral
La afirmación de que existen «fábricas enteras» de cocaína en Colombia es una realidad lamentable que debe ser combatida, pero el camino no puede ser la injerencia militar directa. Colombia, al igual que otros países de la región, ha pagado un precio altísimo en vidas y recursos en esta guerra. Una columna de opinión como esta debe recordar que la solución pasa por una visión integral y respetuosa de la soberanía:
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Inversión Social: Abordar las causas estructurales: la falta de oportunidades económicas en las zonas rurales donde el cultivo de coca es la única alternativa viable.
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Responsabilidad Compartida: Estados Unidos debe asumir la corresponsabilidad, atacando el lavado de activos y reduciendo su demanda interna a través de la salud pública y la prevención.
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Cooperación Genuina: Reforzar las alianzas de inteligencia y judiciales, no sustituirlas por operativos militares unilaterales.
En última instancia, el camino propuesto por el expresidente Trump es un atajo peligroso que busca soluciones rápidas a un problema crónico. Amenazar con la guerra solo conseguirá victimizar a las poblaciones más vulnerables y desestabilizar a los socios. La única victoria duradera contra el narcotráfico será aquella construida sobre el respeto mutuo, la inversión social y una estrategia hemisférica que entienda que este problema se resuelve con más desarrollo y menos balas.


































































