El rock restalló en Bogotá, donde The Rolling Stones en su primera visita al país arrancaron un contundente “Olé” de las gargantas de unos aficionados para quienes conocer el programa repetido durante décadas no es impedimento para sentirse en una noche épica.
Desde el minuto uno, esos aficionados saltaron, gritaron, bailaron e incluso lloraron con la piel de gallina cuando Mick Jagger, a sus 72 años, mostró que su garganta sigue en forma y el rock lo ha mantenido joven.
Jagger hizo su “show”, que no por conocido fue menos espectacular, y se metió al público en el bolsillo con su buen español con palabras colombianos.
“Hola, Colombia” y “Hola, rolos”, fueron sus saludos, respondidos con una ovación retumbante en el estadio ‘El Campín’ al que acudieron unas 42.000 personas.
“Jumping jack flash” abrió una noche que siguió con la infaltable “I know that is only rock and roll (but I like it)”.
“El grupo ha ayudado durante muchos años a la economía colombiana -pausa dramática, risas en el público-, Ronnie (Wood) todavía consume ocho cafés colombianos diarios”, completó Jagger entre las carcajadas de los asistentes.
El humor y la música de los Stones hicieron olvidar las grandes dificultades que tuvieron que sortear quienes llenaron el estadio, debido a una noche precedida por una tormenta.
Ya en la tarima, los cuatro veteranos británicos deleitaron al público con “Dead Flowers”. Después llegó una de las grandes sorpresas, ya que presentaron a su “parcero” Juanes, con quien tocaron “Beast of Burden”.
El músico se mostró a la altura del reto y fue contundente cuando dijo el estribillo “never a beast of burden”.
“If you start me up, If you start me up I’ll never stop” (si tu me enciendes, si tú me enciendes nunca me detendré), proclamó por su parte el veterano rockero al comenzar.
Las gargantas de los bogotanos le respondieron con devoción y se mantuvieron encendidas durante las siguientes dos horas de música, en las que se condensaron más de medio siglo de rock, transgresión, excesos y rupturismo de todas las formalidades.
No en vano, en el ya lejano 1962, Brian Jones, Mick Jagger, Keith Richards -el guitarra pirata-, Bill Wyman, Ian Stewart y Charlie Watts apenas eran aceptados en los locales “de bien” de Londres.
Pero esos adjetivos se evaden cuando se tiene la ocasión de escuchar canciones que han pasado de los LP a los CD para terminar en formato electrónico y retornar a su camino de inicio.
Y qué importó cuando Jagger, acompañado de unos hieráticos Richards, Watts y Ron Wood, además de una más que correcta escolta musical, abordaron “Miss you”.
Desde ese momento se reprodujeron los escalofríos colectivos cuando fueron desfilando canciones como la mítica “Wild horses”, con la cual Bogotá sabía que estaba viendo historia, pues escuchar un concierto de The Rolling Stones es repasar media centuria de cultura global y algo de política.
Así sucede con “Paint It Black”, la icónica canción que fue utilizada en “La chaqueta metálica”, de Stanley Kubrick, o “Misión Vietnam”.
También resonaron en el escenario otros himnos del rock como “Brown Sugar” o “Sympathy for the devil”.
Entonces, Jagger volvió a presentarse como un “hombre acaudalado y de buen gusto”, la imagen que le confiere al demonio bajo el símbolo del pentáculo.
Como es previsible y sucede en todos los conciertos, y más aún en el de unos profesionales que suman casi tres siglos entre los cuatro, los Rolling se retiraron del escenario tras una retahíla de canciones que ahora suena en “bucle” en la mente de muchos de los asistentes y que terminó con “Brown Sugar”.
Llegaron entonces los consabidos bises, “You Can’t Always Get What You Want” (Gracias Mick) y “Satisfaction”, dos temas que hicieron olvidar todos los que se quedaron por el camino.
Pero no hay espacio para tanta historia en tan poco tiempo y a los bogotanos al final no les importó que “Angie” no sonara.
EFE