El ruido de la electricidad era el sonido que todos esperábamos, pero la banda sonora del debut de Tesla en Colombia ha resultado ser el chirrido de una calculadora. A solo días de su inicio oficial de operaciones, el incremento de cinco millones de pesos en la versión de entrada del Model 3 (Rear-Wheel Drive) ha sido la bienvenida que nadie esperaba, encendiendo no solo las luces de alerta, sino un debate profundo sobre la estrategia de la marca de Elon Musk en el país.
El anuncio inicial, el 20 de noviembre, vendió la promesa de que Colombia sería uno de los mercados más competitivos para Tesla. La euforia era palpable; la movilidad eléctrica ganaba un gigante. Pero la subida de $109.990.000 a $114.000.000, aplicada de forma quirúrgica solo al modelo más accesible, rompió la magia. Este no es un simple ajuste logístico; es una declaración de intenciones.
La Volatilidad Como Estrategia
La estrategia de precios dinámicos de Tesla no es nueva a nivel global. Musk ha demostrado una y otra vez que no teme usar el precio como una herramienta de marketing, elevándolo o bajándolo según la demanda, los costos de inventario o, simplemente, el capricho. Sin embargo, aplicar un incremento tan significativo antes de que el primer carro haya sido entregado en el mercado colombiano, es un movimiento de alto riesgo que siembra desconfianza.
¿Qué mensaje se envía al primer comprador que vio el precio de lanzamiento y sintió que había «ganado» con una tarifa competitiva? El mensaje es claro: en el ecosistema Tesla, la estabilidad de precios es una ilusión. Este aumento actúa como una advertencia temprana de que futuras fluctuaciones serán la norma, no la excepción. Para un mercado que apenas está madurando en la adopción del vehículo eléctrico, esta volatilidad puede ser un freno psicológico.
La Ilusión del Precio Base
El verdadero análisis de costos de Tesla en Colombia debe ir más allá de los $5 millones de ajuste. La información disponible revela la cruda realidad de las opciones: elegir un color diferente al gris base, o mejorar los rines, puede añadir entre cuatro y seis millones de pesos extra.
Pero el punto álgido, el que verdaderamente distorsiona la promesa de «accesibilidad», es el sistema Full Self-Driving (FSD). Con un costo de $32.000.000, esta tecnología experimental —aún en debate internacional por sus capacidades reales— supera el incremento del Model 3 en más de seis veces. Tesla no está vendiendo solo un auto, sino un ticket para una promesa tecnológica que aún está en desarrollo, y lo está cobrando a precio de oro.
En contraste, los costos operativos son su punto fuerte: $16.800 por cada 100 kilómetros recorridos versus la gasolina. Esto es lo que realmente debería capturar el foco del consumidor: el ahorro a largo plazo. Pero ese beneficio queda opacado por la ansiedad que genera el precio de compra inicial y sus accesorios.
Una Lección de Mercado
El «ajuste» al Model 3 debe ser interpretado como la primera prueba de demanda que hace Tesla. El Model Y y las versiones Long Range del Model 3, que conservaron su precio, apuntan a un test de elasticidad: ¿cuánto puede presionar la marca el modelo más vendido antes de que la demanda ceda?
El mercado colombiano de vehículos eléctricos está dinamizándose gracias a marcas como BYD y, ahora, con la presencia de Tesla. Pero esta entrada, marcada por la incertidumbre en los precios, exige que el comprador sea más analítico que emocional.
La lección para los futuros dueños de Tesla es que la experiencia de ser pionero en la movilidad eléctrica del país viene con una cláusula implícita de riesgo cambiario y estratégico. El entusiasmo es merecido, pero la cautela en la billetera es obligatoria. La llegada de Tesla es un hito, sí, pero los compradores deben recordar que, con Elon Musk, la única constante es el cambio.


































































