Alrededor de la muerte y su preámbulo se construyen demasiadas leyendas pero hoy donde muchas veces la incertidumbre te acompaña quise hacer una columna después de conversar con unas cuantas personas de cuál sería sus últimos deseos antes de morir
El repaso de la lista asombra por lo relativamente fácil que es complacer a quien está en la etapa final de su vida, pues el gran pedido, el más complejo y emanado de Dios, ya no se puede lograr: tener más vida.
Muchas veces pensamos en la complejidad de la vida y en lo imposible que es apostarle a cumplir los deseos en esta etapa tan dura. Incluso en la etapa vital, le tenemos miedo a los deseos de los demás.
Cuando hable con el gerente de un prestigioso hotel reté a lo rete a garantizarle a los centenares de clientes asiduos, que les tendría en su habitación con los caprichos personales que individualmente quisieran. Me dijeron que era temeraria mi propuesta pues la gente pediría licores caros, comidas costosas, tecnología inaccesible, entre otros. El resultado fue ventanales abiertos, agua fresca, ciertos periódicos, determinados canales noticiosos o deportivos, cama destendida cosas tan simples que el mismo no podía entenderlo.
Al final, la vida es simple y las suposiciones nos impiden avanzar en nuestra propia felicidad y en la de los demás. Nos enredamos tanto en el día a día que se nos olvida que la felicidad está alrededor de pequeños placeres, de miradas cómplices, de caricias sentidas, de la solidaridad en el momento oportuno y de risas frecuentes. Cosas tan abundantes en el mundo y a veces tan escasas en nuestras vidas, por lo que a última hora, queremos encontrarlas y muchas veces, es tarde.
Pero es mucho más triste que la gente no entienda que el anhelo más grande es estar allí con la persona que DIOS te dio aunque el insistir tan solo te cause desasosiego en lo que más te importa es la dichosa esperanza, que ese ser cambie para que juntos alcance ese último deseo, que busca todo ser humano antes de morir.