La vieja frase: *“Cuando una puerta se cierra, otra se abre”* resuena con una melodía que, lo confieso, a veces suena a música de elevador: agradable, pero un tanto simplista. Ofrece consuelo fácil ante la adversidad, un bálsamo de esperanza. Pero hoy, en este oficio de *comunicar*, donde cada palabra parece una granada de mano esperando explotar, esa promesa se siente… *pretenciosa*.
Y es que el problema no es la apertura de la nueva puerta, sino el laberinto de clavos y cristales rotos que hay que atravesar para llegar a ella. Escribir se ha convertido en una agonía. No por la falta de ideas, sino porque en la era de la polarización y la prisa, *todo lo dicho se interpreta como una maldición*. El comunicador no es visto como un puente, sino como un blanco.
*La Sordera del Ruido y el Parque Caldas*
Mi labor, la de mi gremio, es compleja. Buscamos capturar la *inconformidad*, el murmullo genuino que nace de los *corrillos del Parque Caldas*; esa voz cruda, sin filtros de redes sociales ni ediciones de marketing. *Es la queja del ciudadano, el descontento del gremio, la frustración del que no tiene megáfono*.
Y ahí es donde la gente *no entiende*.
El periodista de cabecera no es un profeta ni un agitador, es un *intérprete de la realidad*. Cuando le pides que te cuente lo que pasa, no estás escuchando un editorial personal, estás escuchando, a través de él, el eco de la calle. Es la voz que dice: “Aquí hay un problema”. Escuchar a tiempo a ese periodista es, en esencia, *escuchar tu propia ciudad* antes de que el problema toque a tu propia puerta.
Pero, ¿qué hacemos? Nos quedamos enfocados en juzgar el mensajero, en debatir la sintaxis, en crucificar la plataforma, mientras la noticia de fondo —la pérdida, la puerta que se cerró— pasa inadvertida. La gente no quiere la verdad, quiere un titular que valide su prejuicio. Y eso, colegas, es lo que hace que comunicar sea un *dolor de cabeza*.
*La Oportunidad no Toca, se Caza*
La frase inspiradora nos dice que no debemos quedarnos enfocados en la *pérdida pasada*. Es un buen consejo de vida, pero aplicado a nuestro oficio, tiene un giro crucial.
En periodismo, la nueva *oportunidad* no es una puerta que se abre por arte de magia. Es la *investigación* que se inicia tras el cierre de un archivo; es la *perspectiva favorable* que surge de un ángulo que nadie más vio; es el *consuelo* que damos a la sociedad al ponerle nombre y apellido a la injusticia.
Nuestra tarea no es esperar que la nueva puerta se abra sola; nuestra tarea es *construirla a martillazos de verdad*. Es recordarle a la audiencia que la puerta cerrada de la queja es la oportunidad para la acción cívica, y la pérdida de la confianza es la oportunidad para exigir una rendición de cuentas.
Si hoy nuestra profesión se siente una maldición, es hora de aceptar el riesgo y entender que el verdadero valor de nuestro trabajo está en ser esa voz de inconformidad. *Solo al visibilizar la pérdida, podremos empujar la nueva puerta*.
*¿Qué puerta crees que se está cerrando en el panorama actual de la comunicación local y cuál debería ser la “nueva oportunidad” que los periodistas debemos buscar?*
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