El Volcán Puracé ha elevado su voz, pasando a alerta naranja, y su mensaje no solo resuena en la tierra, sino también en el espíritu humano. Nos obliga a mirar hacia afuera, a tomar medidas, sí; pero también nos exige una introspección urgente sobre nuestros propios “estados de alerta”.
Estamos al límite. El estrés, la presión social, el miedo y la frustración se acumulan como magma. Y al igual que una montaña hirviente, cuando la presión es insostenible, explotamos.
“Cuando estamos al límite explotamos de diferentes formas, seguro tú tienes la tuya… Simplemente es muestra de que estamos vivos.”
Es cierto. La explosión, en el fondo, es una prueba visceral de que estamos vivos, sintiendo, albergando una energía que necesita ser liberada. Pero aquí es donde la analogía con el Puracé se vuelve una dura lección: la erupción descontrolada no distingue
Miedo y Daño Colateral
En nuestra metáfora personal, la erupción es la ira desmedida, el grito hiriente, la decisión impulsiva tomada bajo la máxima tensión. Y a menudo, el daño colateral es devastador:
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¿A quién dañamos? No al “enemigo” abstracto o a quien sentimos que nos ha fallado. El impacto más profundo y absurdo recae sobre quien más nos quiere y nos ha apoyado, sobre quienes están incondicionalmente a nuestro lado, sobre la familia y el círculo íntimo. Ellos son las “poblaciones cercanas” de nuestra erupción emocional.
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¿Quién te tiene miedo? El miedo es el resultado de la imprevisibilidad. Cuando nuestro volcán interno entra en alerta naranja sin previo aviso, transformamos la confianza en terror. Nos volvemos una amenaza para la tranquilidad de nuestros seres amados.
La Lección de la Alerta Naranja
La vida, como el Volcán Puracé, no avisa con tiempo ilimitado. La alerta naranja es un llamado a la acción inmediata, no una invitación a esperar la catástrofe.
Pilares que nos da el volcán para la vida emocional:
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Reconocer la Presión (El Monitoreo): Antes de la erupción, hay señales: un temblor, un aumento de gases. En nuestra vida, son el insomnio, la impaciencia constante, el agotamiento. Es el momento de ser conscientes de que estamos “en alerta”.
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Tomar Medidas (La Prevención): Cuando la autoridad decreta alerta, se toman medidas de protección, evacuación y planificación. Cuando detectamos nuestra propia “alerta naranja”, debemos tomar medidas preventivas: buscar ayuda profesional, practicar mindfulness, poner límites, o simplemente respirar antes de hablar.
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Respeto y Cuidado Mutuo (La Comunidad): Nuestro deber es respetar a quien nos respeta. Y hoy, más que nunca, nuestro deber es proteger a la comunidad que nos rodea. La mejor forma de honrar el apoyo de quienes están a nuestro lado es dejar de usarlos como el desfogue de nuestra presión interna.
La explosión emocional, la ira absurda, tan solo nos recuerda que, a diferencia de la montaña, nosotros sí tenemos la capacidad de gestionar nuestra energía.
La vida está allí, palpitante y preciosa, justo en este instante de alerta. Usemos la advertencia del Puracé no solo para cuidar la tierra, sino para cuidarnos a nosotros mismos y, sobre todo, cuidar a aquellos que merecen el respeto y la calma que nace de una presión interna bien manejada.
Es el momento de cuidarnos. La vida no avisa. ¿Qué vas a hacer con tu propia alerta naranja?


































































