En *los corrillos del Parque Caldas y en la plaza pública de la nación*, resuena un clamor cada vez más agudo: *la esencia real de la política se ha perdido*. En un siglo *hiperconectado, donde las redes sociales actúan como espejos a veces brutales de la realidad, la crisis de los llamados partidos políticos se revela en toda su crudeza*.
Es innegable el miedo. El temor a la *persecución* y la pérdida de contratos actúa como una mordaza autoimpuesta, silenciando a muchos que conocen las verdades incómodas. Pero en esta nueva era, la gente está harta del silencio. Las *redes sociales* no solo son un medio; deben ser el *ágora moderna* donde el ciudadano pueda ver, *escuchar y leer, sacando las conclusiones necesarias para un cambio que vaya más allá de una constituyente*.
*La Lucha por una Patria Transformada*
El sentimiento de *frustración es profundo porque el ideal político colombiano fue forjado en el sacrificio*. Recordamos las luchas de figuras como*Luis Carlos Galán, Luis Carlos Gairán, Bernardo Jaramillo Ossa*, y hasta *Carlos Pizarro*. Todos, con sus errores inherentes a la condición humana, compartían un único propósito: una patria verdaderamente *transformada, renovada y libre* de las malversaciones que hoy definen la política.
Esta casta política se ha enquistado, convirtiéndose en lo que muchos describen como las *peores sectas religiosas*. Si no se pertenece a ellas, si no se tiene el capital o el contacto para “comprar un cupo”, el acceso está vetado. La Constitución nos garantiza el derecho a *elegir y ser elegido*, pero la realidad impone verdaderas talanqueras: el aval de un partido político. Este aval, lejos de ser un refrendo democrático, se ha convertido en una herramienta para pisotear la dignidad, donde *pensar diferente es un error y pensar en la gente es el verdadero delito* que puede conducir al destierro político.
*El Negocio de la Talanquera y el Poder*
La cruda verdad, y la más difícil de aceptar, es que la única vía real para la base para el pueblo que pone los votos, es *crear su propio partido o comprar uno pequeño*. Lo vimos en el pasado: un partido se inicia, llega a la Presidencia, y luego, en un movimiento que desnuda el negocio, es *”entregado a buen precio” a quienes realmente tienen el poder en sus manos*.
*La democracia real* en este contexto es la que muchos medios de comunicación se resisten a nombrar por miedo a la pérdida de la pauta publicitaria. *Es más fácil callar, mantener el estado de confort y seguir apoyando a la misma gente que les ha permitido crecer*.
El ejemplo de los recursos destinados a la gestión de riesgos, oficinas creadas para ayudar al pueblo colombiano en desastres ecológicos o de violencia, como en Mocoa y cómo estos se han convertido en la *caja menor de muchos políticos* es la confirmación más dolorosa. La* corrupción* no es un error; es el verdadero desastre que se *premia* con una posición de poder.
*El Camino Hacia el Cambio*
La realidad de la política colombiana es esta: una estructura donde la Constitución ha sido manipulada durante años por unos pocos. El cambio genuino no vendrá de los mismos actores; vendrá cuando la *Constitución vuelva a ver a la gente*.
Necesitamos líderes que entiendan que su aval es la gente, no la chequera de un partido. La *democracia directa* facilitada por las redes sociales y el escrutinio público permanente son nuestras mejores herramientas. *La batalla por la dignidad política es hoy una batalla por recuperar el valor de la voz individual, demostrando que la verdadera militancia se debe al país, y no a una secta*, lo dicen los Corrillos del Parque Caldas que todo lo Sabe y todo lo ve.
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