La atmósfera *política actual en Colombia está marcada* por un palpable *desajuste y una creciente desconfianza*. Las viejas etiquetas de *“derecha” e “izquierda”*, parecen cada vez más insuficientes para capturar la complejidad de los desafíos que enfrentamos como nación. *Lo que verdaderamente clama el espíritu nacional no es una nueva división ideológica*, sino un liderazgo que encarne *unidad, renovación y, sobre todo, reconciliación*.
Es innegable que Colombia necesita enfrentar problemas estructurales urgentes: *acabar con la criminalidad y los bandidos, mejorar un sistema de salud que agoniza y fortalecer la seguridad con un mejor pie de fuerza*. Estos son pilares sobre los que se debe construir cualquier proyecto de gobierno serio. Sin embargo, el cimiento más importante de todos es la *restauración de la confianza* entre el pueblo y sus mandatarios. Necesitamos un país donde *la resiliencia no se desvanezca* y donde el *amor y el respeto* mutuo sean la norma, no la excepción.
*Roy Barreras: El Epicentro de la Conversación*
En medio de este *panorama de incertidumbre*, un nombre resuena con particular fuerza en las calles, e incluso en los *“corrillos del Parque Caldas”*, que, como se sabe, todo lo saben y todo lo ven: *Roy Barreras*.
Es un fenómeno complejo. A pesar de los recientes reveses y las controversias asociadas a la manipulación percibida de encuestas, ya sea con el *Centro Democrático o con el Pacto Histórico en elecciones regionales, Barreras* se mantiene en el centro del debate.
Las encuestas, como *bien señala la voz popular*, a menudo se ajustan a *“verdades que quieren ser convenientes,”* convirtiéndose en herramientas de manipulación más que en termómetros sociales. Por ello, el momento exige *escuchar, ver y sentir diferente. No podemos permitir que la coyuntura mediática eclipse la trayectoria de quienes, con errores y aciertos, han dedicado su vida a la política.
*El “Mayor Pecado”: La Búsqueda de la Paz*
Al analizar *la hoja de vida de un líder* como Roy Barreras, su *“mayor pecado”* , visto por muchos como tal en medio de la polarización, parece ser su incesante búsqueda de la paz. Su trayectoria reciente se ha centrado en el esfuerzo por *acabar con la violencia, la guerrilla y la corrupción*.
En un país históricamente dividido, un liderazgo que proponga la *armonía entre los pueblos y la unidad del pueblo colombiano* en un propósito común es revolucionario, sin importar de qué lado del espectro político provenga. *La reconciliación exige valentía, y a menudo, asumir costos políticos altos*.
La esperanza reside en un nuevo tipo de liderazgo que entienda que la verdadera fuerza no reside en la imposición de una ideología, sino en la *capacidad de convocar a todas las vertientes* de la sociedad.
*El Camino Hacia la Armonía*
Colombia necesita dejar atrás la dinámica destructiva de *“nosotros contra ellos.”*
El liderazgo que *se requiere para el 2026 debe ser un puente, no un muro*. Debe ser un espejo de la* resiliencia del pueblo colombiano*, alguien que inspire a las personas a volver a creer en la política como una *herramienta de servicio y transformación, y no como un campo de batalla permanente*.
*Los corrillos del Parque Caldas* no solo hablan de candidatos; hablan de un anhelo profundo de *tranquilidad, decencia y futuro*. La hora es de escuchar ese clamor: *el clamor por la unidad*.
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