La captura de tres policías activos y dos civiles en la Variante Norte de Popayán, transportando base de coca en una camioneta oficial, no es solo un reporte judicial más; es una puñalada al corazón de la confianza ciudadana. Que un vehículo institucional, financiado con los impuestos de los colombianos y destinado a perseguir el crimen, termine convertido en un furgón de carga para el narcotráfico, refleja una degradación moral que no puede despacharse con un simple comunicado de prensa.
El cinismo del acto es abrumador. El reporte indica que uno de los patrulleros reclamó su arma de dotación bajo la excusa de ser “conductor disponible”. Esta premeditación sugiere que el servicio público fue utilizado como una mampara de impunidad, confiando en que el uniforme y las balizas serían suficientes para evadir el control de sus propios compañeros.
El cáncer de la corrupción interna
Lo ocurrido este domingo 21 de diciembre pone de manifiesto fallas críticas en los filtros de la institución:
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Controles de Contrainteligencia: ¿Cómo es posible que dos de los implicados tuvieran una novedad de “no aptitud para el servicio” y aun así tuvieran acceso a logística oficial?
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Uso de Bienes del Estado: El peculado por uso se queda corto como término legal frente a la traición simbólica que representa usar una patrulla para el tráfico de alcaloides.
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La Región en Juego: En un departamento como el Cauca, donde la fuerza pública pide diariamente la colaboración de la comunidad para denunciar al narco, este escándalo despoja a la autoridad de su superioridad moral.
La respuesta necesaria
La Policía Metropolitana de Popayán (MEPOY) no puede limitar su acción a la captura. La “manzana podrida” es un argumento que se agota cuando el árbol entero parece descuidado. Se requiere una limpieza quirúrgica. La transparencia en la destitución y el rigor en el proceso penal por narcotráfico y peculado deben ser ejemplarizantes.
Si quienes deben portar el arma de la República para protegernos deciden usarla para escoltar el veneno que destruye nuestro tejido social, entonces el Estado está enfrentando a su enemigo más peligroso: aquel que duerme en casa y viste de verde oliva.
La ciudadanía de Popayán merece una explicación que vaya más allá del procedimiento. Merece saber que el uniforme aún significa honor y no una licencia para delinquir. La confianza se construye en años, pero se desintegra en un solo retén de la Variante Norte.


































































