La noticia del cierre total de la vía Panamericana en el sector La Quiebra, entre Risaralda y Chocó, no es solo un reporte de tránsito; es el recordatorio anual de una deuda histórica con la infraestructura del occidente colombiano. Que un deslizamiento ocurra precisamente el 24 de diciembre transforma una emergencia logística en una tragedia social que separa familias en la fecha más significativa del año.
La Vulnerabilidad como Constante
Resulta paradójico que, en pleno siglo XXI, una de las arterias más vitales para el comercio y la movilidad humana dependa enteramente de la “clemencia” del clima. El sector de Pueblo Rico–Santa Cecilia ha sido históricamente vulnerable, y ver cómo toneladas de tierra y roca bloquean el paso —estando a punto de sepultar a conductores y motociclistas— evidencia que los esfuerzos de mitigación siguen siendo insuficientes ante la magnitud de nuestra geografía.
El Impacto en el Chocó
El cierre de esta vía no afecta a ambos departamentos por igual. Para el Chocó, la Panamericana es un cordón umbilical. El bloqueo de este corredor implica:
-
Desabastecimiento: Aumento inmediato en los precios de productos básicos.
-
Aislamiento: Cientos de personas quedan atrapadas en terminales de transporte, viendo frustrado el anhelo de abrazar a los suyos en Navidad.
-
Economía frenada: El transporte de carga y el comercio local sufren pérdidas irreparables en la temporada de mayor consumo.
¿Maquinaria o Soluciones de Fondo?
Si bien la llegada de maquinaria pesada es la respuesta inmediata necesaria, el país no puede seguir gestionando sus vías a punta de “paños de agua tibia” tras cada derrumbe. La dependencia de las condiciones climáticas para habilitar el paso demuestra que no tenemos una infraestructura resiliente, sino una reactiva.
Es imperativo que el monitoreo técnico mencionado por las autoridades no se limite a despejar el lodo de hoy, sino a proyectar obras de estabilización de taludes que garanticen que, el próximo año, la noticia no sea la misma
Reflexión final: Mientras los operarios trabajan contra el reloj y el clima, queda la lección de que la conectividad de las regiones periféricas sigue pendiendo de un hilo. La seguridad vial no puede ser un regalo de Navidad que dependa del azar, sino un derecho garantizado por el Estado.


































































