La fe es el motor que mueve montañas, pero en el ámbito político, a veces, la *conveniencia* parece ser la única deidad a la que se le rinde pleitesía. En Popayán, la retórica política ha tomado un tinte eclesiástico para describir una realidad que, según los corrillos del Parque Caldas, es más bien un entierro: el de la posibilidad de una unión conservadora fuerte de cara a las elecciones de 2026.
El “clero” del conservatismo, con su jerarquía claramente definida, ha sido señalado por *una claudicación* ante el poder de quien denominan el *“Cardenal Óscar Campo”*, al que se le atribuye el rol de “máximo enterrador sin escrúpulos de diferentes colectividades”.
*La Jerarquía y la Rendición*
La estructura, que emula la de la Iglesia Católica, sitúa en altos ministerios a figuras prominentes del partido, como el *diácono Duvalier Cifuentes* (presidente del directorio departamental conservador), *el presbítero José Gabriel Silva Reviere* y el *obispo José Darío Salazar*. Estos tres, pilares de la “santa orden conservadora”, han llegado a sus posiciones gracias a la “parroquia” o base de fieles que representan, y por la cual, se esperaría, debieran luchar.
Sin embargo, el lamento que se escucha es que este mismo clero, por *“falta de carácter”* y demostrando ser *“hombres de poca fe”*, se ha arrodillado ante el Cardenal Campo. Esta rendición no es solo una humillación simbólica, sino, y lo que es más grave para sus feligreses, el *entierro definitivo* de la oportunidad de:
- *Unir a todo el conservatismo*.
- *Consagrar un Cardenal (un líder máximo propio) en 2026.*
- *Ser partícipes fuertes en la elección de un “Papa” (un candidato presidencial o líder supremo) que los represente en el futuro*.
La metáfora es poderosa: al rendirse, están liquidando su propia capacidad de elegir y ser elegidos, hipotecando el futuro del movimiento a una figura externa o a intereses que no son los suyos.
*La Voz del Pueblo, la Voz de Dios*
El clamor de los *“amigos de los Corrillos del Parque Caldas”* resuena como una oración al cielo, implorando una intervención divina para que se enderece el camino. La súplica se centra en que la cúpula, este *“clero conservador”*, *escuche la voz del pueblo, que es la voz de Dios (Vox populi, vox Dei)*.
La pregunta que queda flotando en el aire, y que constituye el centro de esta crítica, es: *¿Cuándo entenderán Cifuentes, Salazar y Silva que no deben acabar con la fe y la parroquia que los elevó?*
La crítica no es solo por el fracaso político, sino por una traición a la base, a los *feligreses *que han mantenido viva la llama conservadora. Han confundido el servicio al ministerio con el servicio a un poder superior, sacrificando la *identidad y la autonomía* del partido en el altar de la coyuntura.
*Si la política es el arte de lo posible, la rendición del clero conservador ante el Cardenal Campo no parece un acto estratégico, sino un suicidio de f*e. El tiempo dirá si este entierro es la última palabra, o si los “feligreses” lograrán un milagro y obligarán a su clero a redescubrir el valor de su propia fe. La salvación del conservatismo, según parece, no está en el cielo, sino en la firmeza de sus líderes aquí en la tierra
¿Cree usted que esta metáfora eclesiástica ayuda a comprender o más bien a dramatizar en exceso la situación real del Partido Conservador en la región
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