La presencia de equipos en la vereda Alto Anambío, Puracé, para monitorear el comportamiento del volcán Puracé y orientar a las comunidades ante la actual alerta naranja, es un claro recordatorio de que vivimos en un territorio dinámico, donde la naturaleza impone sus ritmos. Esta visita, y la articulación con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), va más allá de un simple protocolo; es un imperativo de seguridad y una prueba de la capacidad de respuesta del Estado.
La Imperiosa Necesidad del Monitoreo
La alerta naranja significa que el volcán está mostrando cambios significativos en su actividad y existe una probabilidad mayor de erupción en términos de días o semanas. En este escenario, el monitoreo de primera mano se convierte en el pilar de la gestión del riesgo. No se trata solo de registrar datos sismológicos o geoquímicos, sino de traducir esa información técnica en acciones concretas y entendibles para quienes viven bajo la sombra del macizo. Es la ciencia al servicio de la vida.
Comunidad y Estado: Una Coordinación Vital
El énfasis en “coordinar acciones de prevención y respuesta oportuna” y “priorizar la seguridad y el bienestar de las familias” subraya la única vía efectiva para enfrentar una amenaza volcánica: la acción mancomunada.
El éxito de la respuesta no radica solo en la capacidad técnica de las entidades, sino en la preparación y confianza de las comunidades. La orientación es fundamental; las familias deben conocer las rutas de evacuación, los puntos de encuentro y, sobre todo, entender la seriedad de la alerta sin caer en pánico.
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Para la comunidad: La disciplina, la escucha activa a las autoridades y la participación en simulacros son su principal herramienta de defensa.
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Para las instituciones: La comunicación debe ser constante, clara y en el lenguaje de la gente. La coordinación debe ser fluida, evitando la duplicidad de esfuerzos y asegurando que los recursos lleguen donde se necesitan.
El Cauca y el país demuestran con esta acción que la gestión del riesgo no es una tarea reactiva, sino una responsabilidad proactiva. La presencia en Alto Anambío es un mensaje contundente: no estamos esperando la emergencia, nos estamos preparando para ella.
Este esfuerzo coordinado es la mejor garantía para que, independientemente de lo que decida hacer el Volcán Puracé, la vida y el bienestar de las familias sigan siendo la prioridad indiscutible.


































































