El anuncio de las listas al Congreso del Centro Democrático para las elecciones de 2026, con Andrés Forero a la cabeza del Senado, marca un punto de inflexión necesario para el partido, pero también subraya la persistencia de su dependencia histórica.
La decisión de colocar a Forero, un joven representante con buen desempeño en el control político y las comisiones, en el puesto número 1 es una movida que busca proyectar renovación y vitalidad. Esto es crucial para un partido que, tras años de ser la fuerza política dominante, ha experimentado un desgaste. Al darle la cabeza de lista a un congresista activo y visible, el Centro Democrático intenta señalar a sus bases y al electorado que la nueva generación de cuadros está lista para tomar el mando. Nombres como Rafael Nieto, Margarita Zuleta, y Hernán Cadavid complementan una lista que mezcla figuras reconocidas del uribismo con cuadros que han mantenido una presencia constante en el debate público.
Sin embargo, la lectura de la lista no puede ser completa sin atender al número 25: la casilla ocupada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Este hecho es un recordatorio inequívoco de que, a pesar de los esfuerzos por mostrar una “nueva cara”, la figura del fundador sigue siendo el eje central y el mayor capital político de la colectividad.
En un listado cerrado, el orden es estratégico. El puesto número 25 para Uribe podría interpretarse de varias maneras:
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Un gesto de humildad estratégica: Se sitúa lejos de los primeros puestos para dar protagonismo a los nuevos líderes.
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Un ancla de salvación: Garantiza que el partido arrastre una votación significativa, pues muchos electores votarán con la certeza de asegurar el curul de Uribe, impulsando así a todos los demás.
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Una señal para el electorado: El partido le dice a sus bases que, si bien hay nuevos rostros, el liderazgo histórico y la ideología fundacional están blindados.
El principal desafío para los nuevos líderes, como Forero, será el de construir una identidad propia y autónoma que no sea simplemente el eco de la voz del expresidente. La efectividad de esta lista cerrada dependerá de si el electorado percibe esta composición como un liderazgo de relevo o, por el contrario, como un liderazgo tutelado.
El Centro Democrático se enfrenta a un calendario apretado, con el límite de inscripción a la vuelta de la esquina. La definición de esta lista es, sin duda, un movimiento audaz que intenta equilibrar la necesidad de la continuidad ideológica con la urgencia de la renovación de figuras. Será en las urnas del 8 de marzo de 2026 donde se sabrá si el electorado premia la estrategia de poner una “cara nueva” al frente, mientras se mantiene al “padre fundador” en un lugar estratégico para asegurar el caudal de votos.


































































