La frase popular “Dios sabe de dónde te quita” encierra una profunda filosofía que trasciende lo meramente religioso para adentrarse en la sabiduría intrínseca de la vida y el cambio. No se trata de una resignación ciega, sino del reconocimiento de que, a menudo, lo que experimentamos como una pérdida o un doloroso arrebato es, en realidad, un movimiento necesario que nos prepara para un futuro mejor o, al menos, diferente y más alineado con nuestro verdadero camino.
La Ilusión de la Estabilidad
Vivimos en la constante búsqueda de la estabilidad, aferrándonos a personas, situaciones, trabajos o posesiones que nos brindan una sensación de seguridad. Sin embargo, este apego puede convertirse en una ancla que impide nuestro crecimiento. Cuando la vida —o si se prefiere, el destino, el universo, o Dios— nos “quita” algo, no siempre lo hace por castigo, sino muchas veces para romper esa inercia que nos mantenía en un lugar donde ya no podíamos florecer.
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El trabajo perdido: A menudo es la puerta para descubrir una vocación largamente reprimida.
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La relación terminada: Puede ser el espacio necesario para sanar patrones tóxicos o reencontrarse con la propia identidad.
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La ilusión desvanecida: Nos libera del peso de expectativas ajenas que habíamos cargado como propias.
Es en el vacío de lo que se fue donde reside el potencial de lo que está por venir.
️ El Espacio Vacío: Un Lugar para Lo Nuevo
Lo más importante de la “quitada” no es el dolor del adiós, sino la creación de un espacio vacío. La naturaleza aborrece el vacío, y la vida también. Ese hueco dejado por la ausencia es, paradójicamente, una oportunidad de reconfiguración.
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Nos obliga a reevaluar: Cuando se pierde un pilar, debemos mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de que podemos construir una estructura más fuerte con los materiales que ya poseemos.
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Fuerza el movimiento: Nos saca de nuestra zona de confort, empujándonos a buscar soluciones, a conocer nuevas personas, a aprender nuevas habilidades. El crecimiento es casi siempre una respuesta a la adversidad.
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Revela prioridades: La pérdida tiene la cruel y necesaria virtud de mostrarnos qué era verdaderamente esencial y qué era solo ruido.
Un Acto de Confianza
Entender que “Dios sabe de dónde te quita” es, en esencia, un acto de fe en el proceso vital. No se requiere una creencia religiosa para aceptar que hay fuerzas, sincronías o cadenas causales que superan nuestra perspectiva limitada.
Al enfrentarnos a una pérdida, tenemos dos opciones: sucumbir a la víctima y a la amargura, o adoptar la postura del aprendiz:
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Preguntarnos: ¿Qué lección había en eso que debía soltar?
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Aceptar: Que lo que se ha ido no nos servía para la próxima fase de nuestro viaje.
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Confiar: En que el nuevo camino, aunque incierto, contendrá elementos que jamás habríamos encontrado de seguir aferrados al anterior.
Al final, esta frase nos invita a mirar hacia adelante con gratitud no solo por lo que recibimos, sino también por lo que se nos retira. Porque en el lugar exacto donde se hizo la “quita”, un día, florecerá algo infinitamente más necesario y auténtico para nuestro ser.
Ya lo sabes nunca debes Forzar las cosas porque solo Dios te coloca del lugar preciso y te tendra para grandes caminos


































































