*Esta madrugada mientras iniciaba mi labor de realizar esas columnas para los medio de la Corporación Colombia Extremo me tropecé con un video de la conmovedora declamación de Dominic*, un niño de apenas siete años proveniente de Argelia, Cauca, no es un simple ejercicio de memoria, sino un poderoso manifiesto social que resuena desde el *corazón del Cañón del Micay, una de las zonas más golpeadas por la violencia en Colombia*.
*Condena a la Violencia Indolente*
La poesía de Dominic se erige como *una condena moral a la guerra. Al calificarla de “¡Maldita!” y “guerra indolente,”* el niño articula la frustración y el dolor de una comunidad que lleva décadas sufriendo el conflicto. Su voz, cargada de una madurez impropia de su edad, expone la injusticia más cruel: la de “sufrir a culpables e inocentes.” Esta es la radiografía del conflicto vista a través de los ojos de quien solo conoce el trauma y el miedo, donde el *“traqueteo de las balas”* es parte de la banda sonora diaria.
*Un Presupuesto para la Vida*
*La brillantez del poema reside en su transición de la queja emocional a la crítica política y social la cual es el sentir de muchos niños de la patria y sobre todo de nuestro Cauca*.
*Dominic no solo se lamenta, sino que propone una solución concreta*, contrastando el gasto en armas con la necesidad vital: *“Y si la plata malgastada en balas y armamento, lo pensamos mejorcito y compramos alimento.”* Esta estrofa se convierte en un llamado urgente a la racionalidad: *¿por qué invertir en la muerte cuando la vida y la nutrición son precarias?* Es un recordatorio de que la paz verdadera se construye con inversión social, no con municiones.
*De la Súplica a la Autoridad*
El *punto más impactante de la declamación es el cambio de tono que marca un quiebre generacional*. El niño rechaza el papel de víctima pasiva y asume el de demandante activo: *“yo ya no vengo a suplicar, yo vengo es a exigir.”*
Esta es la lección más profunda que Dominic ofrece: la paz no puede ser un favor o una dádiva de los actores armados, sino un *derecho inalienable* que debe ser garantizado por el Estado y respetado por todos los grupos. Su *“¡déjenos vivir en paz!”* es un ultimátum, la voz pura de la infancia que exige ser escuchada y protegida.
*Dominic Santiago Ruiz Correa, con su potente declamación, demuestra que el arte es un vehículo poderoso para la denuncia y la resistencia*. Su poesía es un espejo que refleja la realidad del Cañón del Micay y una guía moral para la nación: *la verdadera intención pacificadora se mide en la capacidad de transformar las balas en alimento y el conflicto en oportunidades para los niños*.
Columnista: Marcelo A. Arango Mosquera
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