El refranero popular, sabio y conciso, a menudo nos da las claves para entender la psicología humana, incluso en el complejo mundo de la política. El dicho *“El que nunca ha tenido y llega a tener, crecidito se quiere volver”*, es más que una frase; es un manual de advertencia aplicable a cualquier persona que, de repente, adquiere un estatus o poder que le era ajeno.
El significado es claro: la *falta de costumbre* ante la abundancia, el triunfo o, en el contexto electoral, el poder de una curul o la candidatura, puede llevar a la *irracionalidad y al desborde emocional*. Es el fenómeno del nuevo rico o el nuevo poderoso que, mareado por el cambio radical en su vida, pierde la cabeza, se vuelve arrogante o, peor aún, ignora a quienes le tendieron la mano.
*La Peligrosa Euforia del Poder Repentino*
*Esta reflexión es crucial al observar el panorama político actual*. Vemos cómo personas sin experiencia previa o que han accedido a un cargo de autoridad por primera vez, *ya sea por un golpe de suerte electoral, una herencia política inesperada o el apoyo coyuntural de un movimiento, cambian radicalmente su comportamiento*. La euforia del “tener” los ciega y los lleva a *“levitar”* por encima de la realidad.
*La aplicación directa de este refrán al escenario electoral de cara a 2026 nos obliga a ser cautelosos*. La política no es solo la búsqueda de votos; es, ante todo, *la gestión de egos y el control del poder*.
*La Encrucijada de la Lista Verde*
El análisis que se propone pone el dedo en la llaga de una decisión estratégica clave: *¿apoyar a una facción consolidada, o apostarle a un “crecidito” individual?*
*Tras una pérdida de apoyo o la negativa de un aval por parte de las estructuras tradicionales (los “godos”)*, el instinto puede llevar a buscar a ese candidato novel que parece tener la fuerza suficiente para llegar al Congreso. *Pero aquí reside el peligro: al no estar atado por las lealtades y las estructuras de los partidos tradicionales, ¿qué garantiza* que, una vez electo, ese *“crecidito que levita”* mantenga el compromiso con sus *“jefes naturales”*?
El riesgo no es menor. Un político que llega al poder sin una base de disciplina ideológica fuerte puede fácilmente volverse* ingobernable* para la coalición que lo impulsó. Puede pasar de ser una promesa a ser un individuo que *ignore* las directrices de la militancia, se dedique a la agenda personal y, en el peor de los casos, se convierta en un agente de división interna.
*La ciudadanía y los partidos deben analizar con cabeza fría: el apoyo a una lista, como la Lista Verde*, tras una crisis de liderazgo o un capricho partidista, podría ser la forma de asegurar que el poder se mantenga *colectivo* y no se diluya en la arrogancia de un individuo desmedido.
*La próxima elección exige líderes que sepan manejar el poder con humildad*, que tengan la *costumbre de servir y no la urgencia de mandar*. No vaya a ser que, por darle la oportunidad a un novato sin la madurez necesaria, terminemos *eligiendo a un congresista que, “loco de gusto”, solo responda a su propio reflejo en el espejo del Capitolio*.
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