La arena política colombiana se ha transformado en un escenario caótico, una “feria de vanidades” en la que abundan los aspirantes a la presidencia, cada uno con su propia bandera y su supuesta solución a los problemas de la nación. En medio de este desorden, emergen nombres que evocan tanto el pasado como un futuro incierto, con la esperanza de revivir sectores vitales como la industria petrolera.
En este panorama, la figura de Carlos Fernando Galán se presenta como el heredero de un legado que muchos añoran. Descendiente de la estirpe de Luis Carlos Galán Sarmiento, un mártir de la democracia, Galán se posiciona como el salvador de una industria que, según sus defensores, ha sido abandonada. La promesa de “reabrir los pozos petroleros y gasíferos” en regiones como Santander y Antioquia resuena en un momento en que la economía nacional busca una dirección clara. Para sus partidarios, él es la única esperanza para restaurar la “preeminencia” de los hidrocarburos, un sector que ha sido el motor de la economía colombiana por más de un siglo.
La lista de aspirantes y figuras influyentes, que incluye a mujeres como Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Claudia López, y hombres como Germán Vargas Lleras, Juan Carlos Pinzón y Gustavo Matamoros, refleja la profunda división del país. Cada uno, desde su respectiva trinchera—la política, la academia o las fuerzas armadas—, ofrece una visión particular de Colombia. Sin embargo, en esta “feria de vanidades”, parece que la prioridad ha dejado de ser el conocimiento científico y la solvencia intelectual para dar paso a las figuras mediáticas y las promesas que apelan directamente a la emoción de los votantes.
La mención de figuras de la reserva militar y expertos en derecho como Abelardo de la Espriella subraya la preocupación por la seguridad y el Estado de Derecho en un país que, según el texto, está bajo el control de “bandidos”. La idea de que la Constitución de 1991 se ha “quedado tuerta” resuena en aquellos que sienten que las fuerzas del orden han sido despojadas de su poder para proteger a los ciudadanos.
Este panorama electoral no solo muestra la profunda crisis de gobernabilidad, sino también la nostalgia por un pasado que se percibe como más seguro y próspero. La esperanza en la resurrección de la industria petrolera bajo un posible gobierno de Galán es un reflejo de este anhelo. No obstante, el desafío no es solo revivir un sector económico, sino también sanar las heridas de una nación que se siente traicionada por sus propios líderes y que, en medio de la “turbulencia política”, busca desesperadamente un rumbo. La pregunta que queda es si este anhelo de volver al pasado es la solución o si el país necesita mirar hacia un futuro con propuestas más audaces e innovadoras que no se basen solo en la herencia política.


































































