El escándalo de corrupción que azota a la NUEVA EPS, la aseguradora de salud más grande del país, es más que un simple desfalco financiero. Es una afrenta directa a la vida, una traición a la confianza pública y un crimen que debe ser juzgado con la máxima severidad. El desvío de $70.563 millones de pesos para maquillar pérdidas y sostener contratos lucrativos no es un “error contable”; es un acto deliberado que convirtió la salud de millones de colombianos en la caja menor de intereses privados.
La Salud como Botín: Un Fraude con Víctimas Reales
Las revelaciones de la Contraloría General de la Nación, que documentan cómo entre 2019 y 2023 se ocultaron miles de facturas y pasivos reales para simular una solvencia ficticia, pintan un panorama desolador. Esta manipulación permitió que la EPS mantuviera su habilitación regulatoria y continuara recibiendo cuantiosos giros estatales, a pesar de estar sumida en pérdidas.
Las víctimas de este fraude son fácilmente identificables: las Instituciones Prestadoras de Salud (IPS), que quedaron con cuentas sin cobrar, y, lo más grave, los pacientes que vieron en riesgo la continuidad de sus tratamientos. Cuando los fondos destinados a curar y cuidar se desvían para mantener un balance artificial, se rompe la cadena de atención. La salud pública se convierte en un riesgo sistémico. El salto de la deuda de $5.42 billones a $21.37 billones en solo un año es la prueba irrefutable de un sistema colapsado por la avaricia.
Urge la Celeridad Penal y la Recuperación sin Tregua
La gravedad de la situación exige una respuesta firme e inmediata de todo el aparato estatal.
En primer lugar, la justicia penal no puede demorarse. Los directivos que orquestaron este desfalco deben ser juzgados como lo que son: criminales. Sus acciones tuvieron un impacto directo en la vida y el bienestar de las personas, y deben enfrentar sanciones ejemplares que desalienten la repetición con impunidad.
En paralelo, las autoridades financieras y de control tienen la obligación de actuar con la máxima contundencia:
- Recuperación de Recursos: Priorizar la acción para recuperar de forma efectiva cada peso desviado, congelando activos relacionados con los hechos.
- Castigo Administrativo: Prohibir la suscripción de nuevos contratos a los actores involucrados y anular las adjudicaciones obtenidas mediante estas irregularidades.
Más Allá del Castigo: La Reforma Estructural es Innegociable
Sancionar a los culpables, por necesario que sea, no será suficiente si no se corrigen las fallas estructurales que permitieron el “secuestro institucional” de la salud. Se requieren cambios profundos en la supervisión sanitaria:
- Transparencia Total: Implementación obligatoria de estándares contables estrictos y auditorías externas independientes con plazos públicos.
- Contratación de Cristal: Transparencia absoluta en los procesos de contratación y la creación de un portal público de proveedores que permita verificar adjudicaciones y pagos.
- Blindaje Institucional: Instaurar controles cruzados entre entes de inspección para evitar la corrupción facilitada por siniestros personajes con conexiones políticas y empresariales, permitiendo sanciones administrativas tempranas.
El Estado, como accionista parcial de la NUEVA EPS, tiene una obligación moral y legal de renovar el gobierno corporativo, exigir informes de gestión periódicos y revisar de oficio todos los contratos firmados en el periodo de la irregularidad.
Exigimos reparación integral, que incluye el restablecimiento de derechos a los prestadores afectados y, sobre todo, la garantía de que la salud pública deje de ser la caja menor para el enriquecimiento ilícito. El desfalco a la NUEVA EPS es un llamado urgente a castigar la corrupción como un crimen de lesa humanidad sanitaria y a reformar un sistema que, hoy por hoy, parece diseñado para ser saqueado. ¿Será este el momento en que el Estado demuestre que la vida de sus ciudadanos vale más que los balances contables fraudulentos?


































































