El Oriente del Cauca, una tierra de incalculable riqueza cultural y natural, vuelve a ser el escenario de una angustiosa realidad. Los recientes ataques terroristas y hostigamientos armados en el municipio de Inzá no son un incidente aislado; son el grito desesperado de una comunidad que se siente nuevamente sitiada por la violencia.
El Regreso del Miedo a la Ciudadanía
Lo ocurrido la noche del domingo y la madrugada del lunes en la zona urbana y el corregimiento de Túrmina es una escalada inadmisible. Los hostigamientos armados contra la Fuerza Pública no solo buscan debilitar la autoridad, sino, fundamentalmente, sembrar el terror y la zozobra entre la población civil.
Cuando los disparos resuenan en las calles de un casco urbano, el mensaje es claro y brutal: nadie está a salvo. Las comunidades de la zona rural, que ya viven bajo condiciones de vulnerabilidad, ahora reportan la presencia de hombres armados que generan una incesante tensión y preocupación. Este ambiente no es propicio para la vida, la educación o el desarrollo; es una atmósfera de supervivencia constante que el Estado no puede permitir que se normalice.
Cilindros y Silencios: La Amenaza a la Puerta
La denuncia de hoy, lunes 6 de octubre de 2025, es la gota que rebasa el vaso y exige una acción inmediata. La presencia de un cilindro presuntamente acondicionado con explosivos en una vía rural es una táctica cobarde que convierte a los transeúntes y campesinos en blancos potenciales. Es una amenaza directa contra la población civil y una clara violación de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario.
La solicitud de las comunidades a la Fuerza Pública para que se realice la verificación y desactivación de este artefacto no es un simple llamado logístico; es una súplica de protección. Es el recordatorio de que, en estas regiones, la vida cotidiana está pendiendo de un hilo, y una simple salida al campo puede convertirse en una tragedia.
Un Llamamiento al Estado y la Sociedad
El Gobierno Nacional y las autoridades departamentales tienen la obligación constitucional de garantizar la seguridad y la vida de los habitantes de Inzá. Esto requiere más que un simple despliegue reactivo. Necesita una estrategia integral y sostenida que aborde las causas estructurales del conflicto, al tiempo que neutraliza de forma efectiva la presencia de estos grupos armados.
No podemos permitir que el Oriente Caucano siga siendo una zona de sacrificio, donde la Fuerza Pública es atacada y la población civil vive bajo la amenaza constante de explosivos. La paz no es solo la ausencia de guerra; es la garantía de que un habitante de Inzá pueda caminar por su tierra sin el temor de encontrarse con el terror al pie del camino.
La solidaridad de toda Colombia debe estar con Inzá. La presión social y mediática debe exigir una respuesta contundente para que la dignidad y la tranquilidad regresen a este rincón vital de nuestro país. Es hora de silenciar las armas y darle voz a la vida.


































































