La reciente revelación del medio sueco Expressen sobre la vida “lujosa” de Verónica Alcocer en Estocolmo, donde se habría “refugiado” tras ser incluida, junto con el presidente Gustavo Petro y otros allegados, en la ‘Lista Clinton’ de Estados Unidos (OFAC), desata una tormenta de cuestionamientos que trasciende lo meramente noticioso. Este no es solo un chisme de alta sociedad; es un episodio que entrelaza la política colombiana, las finanzas públicas, la diplomacia internacional y la siempre espinosa figura de la ‘primera dama’.
Un Contexto de Contrastes
La llegada de Alcocer a la capital sueca en octubre, casi simultánea a la noticia de la inclusión en la lista OFAC, es un dato que por sí solo genera suspicacia. El ‘timing’ sugiere una necesidad de alejamiento o de manejo de una crisis reputacional en un entorno más “tranquilo, con más orden y tranquilidad”, como ella misma habría expresado a la periodista Alexandra Pascalidou.
Pero lo que realmente intensifica el debate es el entorno en el que se mueve. Comer en restaurantes exclusivos alrededor de Stureplan, asistir a clubes privados como Noppes y codearse con un círculo social de magnates y celebridades suecas (dueños de marcas de lujo, figuras de TV) choca frontalmente con el discurso de austeridad y justicia social que enarbola el gobierno de Gustavo Petro.
La imagen de la esposa del presidente, supuestamente separada de él, disfrutando de una vida de élite en el extranjero mientras la Fiscalía colombiana la investiga por presuntas irregularidades en el uso de fondos públicos para su “cuidado de imagen,” crea un cortocircuito narrativo.
Los Hilos de la Coincidencia
El artículo de Expressen introduce un elemento geopolítico y financiero de peso: la estancia de Alcocer coincide con la firma de un contrato multimillonario ($16.5 billones de pesos) entre Colombia y la compañía sueca Saab para la adquisición de cazas Gripen.
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¿Pura Coincidencia? La presencia de la esposa del presidente en el país de la empresa contratista, en un momento clave de la negociación, es una coincidencia que la opinión pública tendrá dificultades en ignorar. Aunque no hay pruebas de que haya tenido un papel directo en el contrato, la percepción de la ‘conexión sueca’ se vuelve inevitable.
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La Lista OFAC: La lista de la OFAC no es una sanción cualquiera; es una herramienta contra el lavado de activos y el crimen organizado. La “fuga” de la familia presidencial y sus allegados a un país percibido como refugio de tranquilidad, justo después de este señalamiento, eleva la preocupación sobre la transparencia y la probidad en el círculo de poder.
La Investigación y el Uso de Fondos
El foco regresa a Colombia con la investigación de la Fiscalía. La denuncia del experto Juan Carlos Portilla sobre el posible uso irregular de más de mil millones de pesos para asesorías de imagen, tanto en el país como en el exterior, es el corazón del escándalo.
La figura de la primera dama, que por ley no tiene un cargo público formal ni un salario, pero sí acceso a un presupuesto y personal, se ha convertido en un punto ciego de la fiscalización. Si los fondos públicos se usaron para financiar la proyección de una imagen personal y si esto se hizo incluso mientras la pareja estaba separada, como Petro reconoció, el uso de esos recursos se vuelve, cuando menos, cuestionable desde una perspectiva ética y legal.
Conclusión: El Costo de la Imagen
La vida de Verónica Alcocer en Estocolmo no es solo un asunto personal. Es un símbolo poderoso y, para muchos, profundamente irritante. Muestra una desconexión palpable entre el discurso político de la “Colombia humana” y las prácticas de su establishment.
La opulencia descrita por el medio sueco, en contraste con la austeridad predicada y la precariedad de una parte de la población que votó por el cambio, es una munición de alto calibre para los críticos. El gobierno de Petro necesita urgentemente clarificar todos los cabos sueltos: la razón real del viaje, la financiación de su estancia, y la transparencia absoluta sobre los gastos de la figura de la primera dama, especialmente en el contexto de las investigaciones y los grandes contratos estatales.
El lujo sueco, con sus clubes privados y magnates, podría terminar siendo el costo político más caro para la imagen del presidente Petro y su proyecto de país. La ‘tranquilidad’ de Estocolmo tiene un alto precio en la plaza pública de Colombia.


































































