Por estos días, en el Cauca, ha comenzado a moverse una maquinaria silenciosa —y peligrosa—: la de la desinformación. Esa que aparece cuando una propuesta empieza a tomar vuelo, cuando un liderazgo comienza a despertar esperanza, y cuando el poder tradicional se siente incómodo.
En los últimos días hemos visto una serie de publicaciones extrañas: fotos viejas publicadas como si fueran actuales, encuentros informales entre amigos convertidos en “reuniones ilegales”, y supuestas decisiones políticas dadas por hechas, sin sustento alguno. ¿El objetivo? Generar confusión, sembrar duda y dañar el buen nombre de quienes hoy representan una amenaza seria para los viejos esquemas del poder.
El blanco de estas jugadas ha sido Edgar Gómez, un hombre que no necesita padrinos políticos porque tiene algo mucho más fuerte: el respaldo de la gente. El único precandidato del que se habla en medios, redes y cafés. El único que incomoda. El único que ya está siendo atacado.
Y eso, aunque molesto, también dice mucho.
En política, cuando se empieza a crecer, se empieza a estorbar. Y cuando se estorba demasiado, aparecen las fotos editadas, las verdades a medias y los rumores fabricados. Pero también aparece algo más poderoso: la certeza de que el camino que se recorre va en la dirección correcta.
Hoy no hay aval, ni partido, ni adversario que haya dicho “no” formalmente. Lo que sí hay es una estrategia para desviar la atención, y una comunidad cada vez más consciente de lo que realmente está pasando.
A ningún otro precandidato lo están atacando. ¿Por qué será?
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