El reciente *atentado* contra el senador y exgobernador del Cauca, *Temístocles Ortega*, en la madrugada de este viernes 14 de noviembre, no es solo un hecho aislado de criminalidad; es un *desgarrador síntoma* de la profunda crisis de orden público que azota a este departamento. La camioneta de la Unidad Nacional de Protección (UNP) en la que se movilizaba el congresista recibió al menos seis *impactos de bala* por delincuentes armados, que actuaron con una aterradora coordinación y audacia. Que el senador y su equipo hayan salido ilesos es un milagro atribuible únicamente a la pericia y valentía del esquema de seguridad.
* ¿Casualidad o Inteligencia? Un Itinerario Peligroso*
Hay elementos en el relato del senador Ortega que claman por una *investigación rigurosa*. Su viaje a Popayán, inicialmente planeado por aire, tuvo que ser modificado por las condiciones climáticas, *obligándolo a aterrizar en Cali y continuar por tierra. Ortega ha manifestado su extrañeza ante el hecho de que los delincuentes lo persiguieran durante unos 15 minutos, asegurando que solo su esquema de seguridad estaba al tanto de los cambios en su itinerario*.
Esta sospecha pone el foco en dos posibilidades inquietantes:
-
*Una coincidencia aterradora* en una carretera peligrosa, o
-
*Una fuga de información* dentro de los círculos que manejan la logística de protección, lo que sería un fallo de seguridad inadmisible con implicaciones muy graves.
El hecho de que los atacantes usaran *armas largas* y actuaran desde *dos vehículos* para intentar flanquear a la camioneta de la UNP sugiere un nivel de planeación que va más allá del simple hurto callejero. Esto refuerza la hipótesis de que se trataba de un *objetivo específico*.
*El Cauca: Un Territorio Desprotegido*
La denuncia del senador Ortega no se detiene en su caso personal; es un grito de auxilio por la región que conoce profundamente. Al afirmar que *“El Cauca está tomado por los grupos alzados en armas”* y que “ocurren diariamente secuestros, extorsiones, carros bomba”, el exgobernador pinta un panorama de *caos territorial* donde la ley y el orden parecen haber cedido terreno a los actores violentos.
Es *inconcebible* que un funcionario con el perfil y el nivel de riesgo del senador Ortega tenga que denunciar, además del atentado, que su *solicitud de refuerzo* de seguridad a la UNP no haya sido atendida. Esta aparente negligencia en la protección de figuras públicas, sumada a la vulnerabilidad de la ciudadanía, subraya la necesidad urgente de reevaluar las *estrategias de seguridad* en el departamento.
El valeroso escape del senador Ortega y su equipo es una victoria mínima ante una tragedia potencial. Sin embargo, el suceso deja al descubierto una *realidad insostenible*: la vida en el Cauca está marcada por el *peligro constante*. Este atentado debe servir como un campanazo de alerta contundente para el Gobierno Nacional, exigiendo acciones inmediatas y contundentes para recuperar el control territorial, desmantelar las estructuras criminales y garantizar la seguridad de todos los ciudadanos del Cauca, sin importar su cargo o condición. *La vida de un líder político no vale más que la de un ciudadano, pero su ataque simboliza el desmoronamiento de la seguridad para todos*.


































































