La figura de Raúl Ibarra, reconocido por su visión arquitectónica para Popayán, resuena hoy con una mezcla de admiración y frustración. Sus propuestas, centradas en una Movilidad Futura que transformaría la imagen de la ciudad y un ambicioso proyecto de estadio con centro comercial, representan una oportunidad perdida para el desarrollo urbanístico y económico de la capital caucana.
La parálisis de estas iniciativas, que para muchos significarían un avance hacia una ciudad más moderna y funcional, ha generado un debate sobre las razones detrás de su estancamiento. La columna de opinión sugiere que un marcado racismo podría ser un factor subyacente que impide que figuras como Ibarra, con ideas innovadoras, logren materializar sus proyectos en Popayán. Si esto fuera cierto, sería una triste realidad que priva a la “Ciudad Blanca” de un progreso significativo.
El proyecto del estadio, con la inclusión de un centro comercial, no solo promete un impulso en la infraestructura deportiva que permitiría a Popayán ser sede del fútbol nacional, sino que también augura una inyección vital de ingresos a la economía local. Este tipo de iniciativas son cruciales para generar empleo, atraer inversiones y diversificar las fuentes de riqueza en la región.
Es imperativo que las capacidades y el talante de profesionales como Raúl Ibarra sean valorados y aprovechados. Su visión va más allá de lo meramente urbanístico; busca darle una cara diferente a Popayán, una ciudad que los poetas describen con tanto afecto. Permitir que el talento local se vea frustrado por prejuicios o inercia es un lujo que ninguna ciudad en crecimiento puede permitirse. La “ciudad de mis amores” merece la oportunidad de avanzar, de la mano de aquellos que sueñan y proponen un futuro mejor.


































































