El aire de Piendamó se impregnó, una vez más, de un aroma a tradición, a tierra y a trabajo arduo. La reciente Feria del Café y las Flores, con su ya icónico desfile de silleteros, no fue solo un evento; fue una declaración de identidad, un homenaje vivo a la gente que labra la tierra con las manos y el corazón.
Ver a los silleteros desfilar es presenciar una obra de arte en movimiento. Cada silleta, cuidadosamente elaborada con miles de flores de colores vibrantes, cuenta una historia. Habla del esfuerzo de los campesinos, de la biodiversidad de nuestros campos y de la profunda conexión que existe entre el pueblo caucano y su territorio. No son solo flores; son sueños, sacrificios y la belleza de una cultura que florece a pesar de las adversidades.
Este desfile, en particular, resalta una verdad fundamental: el orgullo de ser caucano. Es un recordatorio de que nuestra riqueza no reside solo en los paisajes montañosos o en los cafetales, sino en la creatividad, la pasión y la resiliencia de su gente. Al celebrar a los silleteros, celebramos a los guardianes de nuestra herencia cultural, a quienes transforman la belleza de la naturaleza en una expresión artística que nos llena de orgullo.
La Gobernación del Cauca acertó al resaltar esta gran fiesta. Es vital que estas manifestaciones culturales no solo se preserven, sino que se promuevan como pilares de nuestra identidad. Porque cuando las flores de Piendamó adornan las espaldas de un silletero, no solo están mostrando arte, están proclamando, con cada pétalo, que el Cauca se transforma a través de la cultura, la tradición y el inquebrantable espíritu de su gente.


































































