El reciente atentado con explosivos en el corregimiento de El Estrecho, Cauca, que dejó un saldo de heridos, vuelve a poner en el centro del debate la vulnerabilidad y la heroica labor de la misión médica en territorios marcados por la violencia. La rápida respuesta de la Gobernación del Cauca, a través de la Secretaría de Salud Departamental, en la gestión de la atención a los afectados, es un testimonio de compromiso, pero también un recordatorio de la cruda realidad que enfrentan los equipos de salud.
La información oficial subraya la coordinación y el despliegue logístico: pacientes con lesiones leves atendidos en Popayán, y heridos de mayor complejidad trasladados a centros especializados como el Hospital Universitario del Valle del Lili. Es una cadena de vida que se activa con la premura de una emergencia, demostrando la capacidad de respuesta del sistema de salud regional, incluso bajo presión.
Sin embargo, el comunicado de prensa va más allá de un simple reporte de novedades. Al mencionar la realización de una mesa de misión médica para fortalecer la unidad de riesgos y la sensibilidad médica en zonas de conflicto, la Secretaría de Salud toca una fibra sensible: la necesidad de proteger a quienes salvan vidas. El acompañamiento de la Cruz Roja Colombiana y el fortalecimiento de los mecanismos de intermediación son pasos vitales, pero no deben ocultar la magnitud del problema.
El dato más alarmante y que exige una reflexión profunda es el registro de alrededor de 85 infracciones a la misión médica en lo corrido del año. Esta cifra no es un simple número, sino una colección de agresiones, amenazas y obstáculos que socavan el principio humanitario más fundamental. Cada infracción representa un riesgo para un médico, una enfermera, un conductor de ambulancia o un brigadista; es un acto que pone en peligro la vida de los heridos y enfermos en zonas donde la ayuda es más urgente.
La misión médica es, por definición, neutral e imparcial. No lleva bandera ni se alinea con ningún actor del conflicto; su único propósito es mitigar el sufrimiento y preservar la vida. Por ello, el respeto a su labor es un pilar del Derecho Internacional Humanitario. Ignorar o atacar a la misión médica no es solo una falta de respeto, sino una grave violación ética y legal que condena a la población civil a la desprotección total.
La Gobernación del Cauca, al reiterar su compromiso con el talento humano en salud, lanza un llamado que debe ser escuchado por todos los actores, legales e ilegales, presentes en el territorio. La protección de la misión médica no es solo una responsabilidad institucional, sino una obligación moral de toda la sociedad caucana. Sin un ambiente seguro para los trabajadores de la salud, la atención humanitaria se paraliza, y las comunidades más apartadas quedan a merced de la enfermedad y el trauma.
El drama de El Estrecho nos recuerda que, en medio de la guerra, la salud es el último refugio de la esperanza. Salvaguardar la integridad del personal sanitario es, en esencia, salvaguardar la vida en el Cauca.


































































