El panorama que se cierne sobre Santander de Quilichao es preocupante. La administración municipal ha expuesto una cruda realidad: los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo se encuentran al borde de un deterioro irreversible. No se trata de una advertencia alarmista, sino de un llamado de emergencia basado en una serie de deficiencias sistémicas que han sido ignoradas por años.
Un sistema hídrico que agoniza
La crisis del agua es inminente. La próxima temporada seca, sumada a la falta de infraestructura moderna, podría llevar a un racionamiento más severo. Si bien la construcción de tres nuevos tanques y el proyecto de la segunda línea del acueducto son pasos en la dirección correcta, son soluciones que llegan tarde. Se trata de obras estratégicas que debieron haberse ejecutado hace más de dos décadas, un claro ejemplo de la inacción histórica que hoy pasa factura. La elevación de la bocatoma de Cambindo, si bien es una medida prometedora para asegurar el caudal, evidencia la necesidad de buscar soluciones más allá de las capacidades actuales del sistema.
Calles ahogadas y recolección en crisis
El problema del alcantarillado es igualmente crítico. Las recurrentes inundaciones en sectores como Niño Jesús de Praga, La Victoria y la Corona son la manifestación más visible de la ausencia de un sistema pluvial adecuado. Aunque se han destinado recursos para intervenir 28 puntos críticos, la solución de fondo requiere un sistema maestro que recoja las aguas lluvias y evite el colapso de las vías.
En cuanto al aseo, el municipio enfrenta un desafío logístico y económico. La flota de camiones, con más de 20 años de uso, genera averías constantes y sobrecostos. La adquisición de nuevos compactadores es una medida paliativa necesaria, pero la verdadera sostenibilidad radica en la negociación con Amunorca para establecer un sitio de disposición final cercano. Esta iniciativa no solo reduciría drásticamente los costos de transporte, sino que abriría la puerta a la generación de energía y la producción de materiales de construcción a partir de los residuos, transformando la crisis en una oportunidad de desarrollo.
Finanzas en rojo y tensiones laborales
La situación financiera de Emquilichao es un reflejo de la crisis. A pesar de que la empresa no está en insolvencia, su liquidez es precaria. El gasto en personal, que absorbe el 62% de los ingresos anuales, es un lastre insostenible. Esta carga salarial, sumada a la falta de actualización tarifaria, que no ha indexado los precios a la inflación desde 2018, estrangula las finanzas de la empresa y limita su capacidad de inversión y mejora.
Las tensiones con los sindicatos, avivadas por acusaciones de una supuesta privatización, complican aún más el panorama. El alcalde Grijalba ha desmentido estas afirmaciones, calificándolas de desinformación política. El camino a seguir no es la privatización, sino el fortalecimiento de la gestión pública a través de la unidad y el compromiso de todas las partes.
Un llamado a la unidad y la acción
A pesar de las dificultades, hay señales de esperanza. La mejora en la evaluación sectorial de la empresa, la recertificación en normas ISO y el reconocimiento nacional por la calidad del agua demuestran que, a nivel técnico, hay una base sólida.
La administración ha hecho un llamado claro a la unidad. El futuro de los servicios públicos de Santander de Quilichao no puede depender únicamente de los esfuerzos de unos pocos. Se requiere una agenda común entre sindicatos, Concejo, ciudadanía y administración para garantizar la sostenibilidad. El debate de control político anunciado es una oportunidad crucial para construir soluciones, no para avivar confrontaciones. El tiempo apremia, y la única manera de evitar el colapso es actuar con decisión y un propósito colectivo.