El fenómeno del clientelismo, es un fantasma. Es invisible, pero se supone que está presente en todos lados. Tiene muchas caras, pero nadie sabe exactamente cuál es su apariencia, así que con los rumores cada quien inventa con quien asustar bajo ese partido o cara representativa nueva.
¿Se vive o se está muerto políticamente? ¿O nada mas cambia de lugar o de vestido de color? Nadie lo sabe, pero cada quien inventa un aspecto nuevo del fantasma. Así que existen muchas definiciones de varias disciplinas académicas -la antropología, la sociología, la ciencia política, la economía- para definir el fenómeno. El resultado es que difícilmente se logra comunicar algo sobre el fenómeno, en la política.
Se pueden buscar muchas definiciones de clientelismo para no ampliar el espectro con “una más”, pero inútil. Más bien se intente revisar la bibliografía existente y proponer una definición de clientelismo que pueda sobrevivir a todas las disciplinas académicas para captar el fenómeno. Los estudiosos de las ciencias sociales, en el siglo pasado dejaron estudios y libros que hoy no se tienen como patrón, pero están en la política colombiana.
El clientelismo denota intercambio de bienes y servicios por el apoyo político y votos. A esa definición básica se puede reducir la noción. Pero el concepto resulta mucho más amplio y complejo.
La administración llega a los espacios autónomos del clientelismo por medio de grupos políticos que participan en las elecciones y buscan tener fuentes accesorias de control por medio de sus grupos integrados como funcionarios en los límites de educación, catastro, hacienda, salud e infraestructura (…) son Parte de la vida de las capitales de departamento y ciudades intermedias incrustada en municipios; desde los representantes de pueblo elegidos para que hagan control político y la oposición, igualmente, los funcionarios que están en carrera administrativa o aquel que son nombrados en provisionalidad y la modalidad que impera para el pago en la campaña, de ser contratistas en prestación de servicios, CPS o aquellos que estando dentro de la administración, buscan ascensos o encargos en puestos donde se gana un poco.
Más, unas disposiciones para heredar cargos públicos, reducción de las plazas políticas. Se supone que el nivel horizontal debe existir relaciones personales para intercambiar votos por bienes (no obstante bienes públicos). Dicho de otra manera, las promesas cumplidas y las incumplidas por los partidos políticos “democráticos” que también tienen su clientela electoral, tienen que ser avaladas como clientelares.
El patrón satisface las necesidades del cliente y representa sus intereses frente a terceros. Si no es capaz de organizar los recursos necesarios o si no dispone de los contactos necesarios, así que el clientelismo se pueda visualizar en el modelo de una pirámide que se forma en díadas patrón–cliente apiladas.
Las barras horizontales de la pirámide se encuentran en un mismo nivel (por ejemplo, amigos y familiares). Por eso, los sistemas clientelares fomentan la competencia horizontal o en si la piramidal, en la cúspide el jefe y en los escalones bajando los que son patrocinados para el poder, siguiendo esa pirámide hacia abajo encontramos los líderes, miembros de juntas de acción comunal y por último en la base: el pueblo que sostiene la pirámide.
Los jefes o varones lectorales (soportados en el capital que tengan) con el tiempo son clanes familiares, como decía un profesor de sociología es una mafia política, que los único que hacen es multiplicar los capitales en las diferentes inversiones que hagan los departamentos o municipios, en las famosas licitaciones que giran hacia terceros o testaferros.
Con una madurez más profunda, en este territorio nacional, Colombia, no existe la cultura política, se juega más sobre los intereses politiqueros, que como lo decía antes ya tienen montada la pirámide, los de abajo y los de arriba.
Cuando ya entre en el partidor de las diferentes metas que buscan, quien quiere ser elegido gobernador, alcalde, diputados, concejales y ediles, buscan ese voto popular sin conciencia, porque muchos ciudadanos, simplemente espera las dádivas, lo demás es pasear los corredores donde se aposenta el poder. (Continuará).
Columnista invitado :
Luis Eduardo Jaimes