Aquí se mata por el excesivo volumen de la música de un vecino, por la basura o el excremento callejero del perro, por la celebración del triunfo de Colombia, por pensar diferente como lo vivido a hombre y mujeres líderes del país , asesinándolos miserablemente, así como también se aplaude la muerte de un ladrón, sin excluir a los que ejercen la justicia por sus propios medios.
Se puede pensar que en nuestra cultura colombiana , hay un conjunto de valores y prácticas contrarias a la convivencia, que son bien vistos, como la fuerza y el uso de la violencia aplicados como legítimos mecanismos, faltando una política que reconstruya el tejido social, la ética pública y los valores humanitarios.
Aquí la actitud de la gente frente a la violencia resulta determinante, no solo para evitar que muchos carguen un revólver o un cuchillo y los usen en el primer arrebato de cólera, sino que las autoridades se decidan y den el “volantazo”, cuyo rápido giro modifique el rumbo de la galopante intolerancia que tantas desgracias inmisericordemente propina.
Mientras eso no suceda, la ley de la selva seguirá imperando en la vida cotidiana de los colombianos, como bien lo viene sosteniendo en su campaña por la solidificación de la TOLERANCIA líderes de Colombia sin determinar genero seguirán siendo una de las más recientes víctimas de la maldita intolerancia, asesinado en “Colombia” por pensar diferente y decir el sentir de muchos colombianos sin miedo, Dios bendiga la patria “BOBA” y esperemos que algún día cambie esto.