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Internacional

Cuando cambie la fiebre izquierdista en el continente americano, habrá una nueva oportunidad para los grandes estadistas del hemisferio que esperan derrotar el populismo del siglo veintiuno

Después de que los actuales mandatarios comunistas destruyan las economías de Colombia, Venezuela, Nicaragua, Cuba, Argentina y Chile. La hiperestesia política de los últimos tiempos, incubada en las universidades públicas y en las organizaciones sindicales, ha convertido a los antiguos delincuentes de los grupos subversivos en mandatarios de estas naciones, donde el fenómeno de la corrupción también ha hecho metástasis.

La fiebre del cambio institucional, que en manos de mandatarios comunistas ha cambiado el panorama de legalidad, que señalaba el camino de la reactivación económica y del bienestar de nuestros pueblos hermanos, haya servido para convertir en ‘Gestores de Paz’ a peligrosos delincuentes escogidos entre las peores organizaciones criminales que, en el caso de Colombia, son las principales aliadas de los nuevos regímenes políticos en el continente americano.

Quien iba a creer que grandes estadistas como Donald John Trump, en Estados Unidos y Álvaro Uribe Vélez, en Colombia, tuvieran que ser sometidos al escarnio público, por haber enfrentado a la subversión y el terrorismo. Quien iba a creer que la principal democracia del mundo tuviera que padecer la injusticia de colocar en la picota pública a los mejores líderes de la humanidad.

Que bien le haría a Colombia el cambio de actitud de las grandes mayorías nacionales, capaces de reconocer que gracias al expresidente Álvaro Uribe la democracia colombiana es capaz de levantarse del fracaso electoral que hubo de colocar a un reconocido exguerrillero del M-19 en el primer empleo de la nación.

Quien iba a pensar que, en el cruce de caminos de la historia de Colombia y bajo la ‘Política de Paz Total’, que orienta el presidente Gustavo Petro, pudiéramos retroceder varios años en el tiempo, sobre las aguas tomentosas de la anarquía, que lidera el primer mandatario, poniendo en riesgo el futuro de varias generaciones de jóvenes colombianos que se están marchando del país en busca de oportunidades.

La migración de setenta y cinco mil jóvenes santandereanos, que el año pasado atravesaron el mar Atlántico para buscar trabajo y oportunidades en otras naciones del mundo, dibuja el panorama de la crisis que envuelve a millares de familias desplazadas hacia Estados Unidos y Europa, porque en Colombia subsiste un panorama de incertidumbre y destrucción de las familias, por la violencia terrorista y narcotraficante, que ha desarraigado a millares de familias hacia otros lugares del planeta.

Un eventual triunfo de Donald John Trump, aspirante a la reelección presidencial en los Estados Unidos y la posibilidad de que Álvaro Uribe Vélez, pueda volver a la presidencia de Colombia, después de superar esos tinglados de infamia que les han colocado en el camino, sería el verdadero cambio que necesitan los dos países, amenazados por la conjura criminal del narcotráfico y del microtráfico, que ha comprado la presidencia de Colombia

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