Son innumerables las versiones que surgen a la hora de ubicar a los responsables del asesinato de líderes sociales, al igual que no da para pensar que se originen como parte de un plan criminal sistemático, eso sí, muy parecido al que en su momento se montó para exterminar a la Unión Patriótica
La serie de mortales atentados durante lo transcurrido de este año es alarmante. La similitud de las actividades de las víctimas, entre las que sin ningún tipo de compasión han sido acribillados líderes de comunidades étnicas, indígenas, voceros de las negritudes, ambientalistas, dirigentes de organizaciones sociales y miembros de juntas de acción comunal, es aterrador.
Embestidos por la implacable ola criminal que a nivel internacional le han dado al país el espantoso calificativo de ser uno de los países donde más se perpetran sangrientas agresiones contra los activistas, han caído infinidad de líderes, voceros y dirigentes, miserablemente ultimados.
Imposible que pese a la horrenda criminalidad desatada, nada se sepa de los resultados de ninguna investigación en particular y menos sobre la captura de los autores intelectuales, teniendo que consolarnos con raquíticos y solitarios operativos para capturar a los sicarios que perpetraron los ataques, sin que a profundidad se investigue la procedencia, ubicación y captura de los encargados de ordenar, al amparo de las sombras, la ejecución de esos miserables asesinatos.
Quienes están matando a los defensores de los derechos humanos, son apéndices de infernales grupos armados, que se incomodan con las causas promovidas a favor de la sustitución de cultivos ilícitos, la restitución de tierras o la preservación del ecosistema.
Estructuras de múltiples orígenes como autodefensas, guerrilla, narcotráfico, entre los que se cuentan carteles de la droga, que después de la firma del proceso de paz han emprendido campañas armadas en disputa del territorio, se les responsabiliza del macabro plan.
Corresponde a los organismos de seguridad del Estado la tarea de garantizar la seguridad y preservar la vida de los líderes y dirigentes amenazados, siendo esta peligrosa tarea una difícil labor, dado el contexto en el que se producen las mortales agresiones, pero cuando toca, toca.