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En vez de formar profesionales para las actividades que los requieran, se está creando una fronda burocrática para emplear profesionales innecesarios, cambiemos este 2020

Siempre se ha considerado la necesidad formar profesionales, pero nunca se ha tenido en cuenta la orientación de las profesiones y su necesidad relativa. Por tanto, el desempleo titulado es muy acentuado y la situación ha llevado a crear una especie de parasitismo, por el cual se exige la presencia de profesionales donde no se necesitan. En vez de formar profesionales para las actividades que los requieran, se está creando una fronda burocrática para emplear profesionales innecesarios.
En esta nomenclatura nacional, predominan ampliamente los titulados en derecho, economía, sociólogos, politólogos y toda una serie de productores de documentos, reglamentos, disposiciones, teorías políticas, diagnósticos, elucubraciones de toda clase que están inundando el País de una verborrea asfixiante.
Hay algo que no aparece es la palabra producción, un País no puede vivir de una palabrería hueca, necesita producir bienes para su consumo y para la exportación. Necesita crear una infraestructura sólida en sus medios de comunicación y en sus servicios. Pero esto difícilmente se logra cuando la escasa industria debe someterse a reglamentaciones absurdas y a imposiciones laborales sin control. A cualquier proyecto minero, petrolero o de explotación de agua subterránea se le quieren colgar antropólogos, ambientalistas arqueólogos, politólogos etc. En muchas obras de ingeniería civil proliferan los abogados y sociólogos, pero escasean los ingenieros civiles y frecuentemente los geólogos brillan por su ausencia. Los proyectos de líneas de alta tensión aparecen saturados de ambientalistas, expertos catastrales, arqueólogos, antropólogos sociólogos, politólogos, ingenieros forestales, etc. Pero generalmente escasean los ingenieros eléctricos y faltan geólogos.
Es preocupante saber de ingenieros químicos dictando clases de inglés o de agrónomos dedicados a promover fungicidas, cuando esos profesionales deberían ser empresarios de la producción. Hay profesiones que podrían ser motores de la industria pesada tales como la ingeniería metalúrgica reducida a su mínima expresión, parece que escasamente subsiste una escuela de ingeniería metalúrgica en Colombia. Además, cunden los profesionales tramitadores, los cuales en lugar de dedicarse a la producción o la ciencia se entregan a la tarea de facilitadores, intrigantes en las oficinas gubernamentales o simples firmones.
Desde las aulas universitarias se fomenta ese espíritu burocratizante, porque los centros universitarios tienen una tramitología exasperante y entidades que se crearon para fomentar la investigación científica y tecnológica, tales como Colciencias tienen unos papeleos tan complicados que francamente parecen diseñados para entrenar al personal en el ejercicio del lobby burocrático.
Todas las fallas educativas están perjudicando gravemente el desarrollo del país, Desde una enseñanza escolar en la cual menudean la politización y el resentimiento hasta el activismo dictatorial en las universidades. La educación se ha tornado un ambiente opresivo en el cual e imperio de las ideologías desvía la atención de los temas de ciencia, tecnología y artes. Los resultados lógicamente son muy poco halagadores.
A la mediocridad tan frecuente, se agregan ciertos atavismos coloniales, tales como el excesivo amor por los títulos, las distinciones y condecoraciones frecuentemente inmerecidas. Actualmente hay muchos doctorados y maestrías, pero las ideas brillan por su ausencia. Francamente deprime encontrar leyes y sentencias judiciales, documentos de diversa índole plagadas de errores conceptuales y pésimamente redactados. Esta falta de conocimientos también está afectando al periodismo en sus diversas modalidades.
Se mira con absoluto desdén al operario manual, otro atavismo de origen colonial, pero aquel que trabaja en la mecánica, en la forja, en la construcción, en la confección y otras actividades manuales frecuentemente desempeña con esmero su labor porque su remuneración no depende de un título sino de su pericia y dedicación. Hay industrias muy importantes en Colombia creadas por un latonero o un talabartero, ambos partiendo de una pobreza franciscana de la cual los saco el talento.