“No hay con que pagar nóminas en la próxima quincena” es el clamor de los empresarios colombianos dispuestos a endeudarse con los bancos, si fuere cierto el compromiso del gobierno nacional y de los propietarios de las instituciones financieras, para conceder una rebaja del cincuenta por ciento en los intereses sobre créditos de libre destinación, que fueron entregados en medio del frenesí con que se proclamaron los resultados económicos del año pasado.
“Vamos a crecer al tres y medio por ciento en la economía del próximo año, por encima del resto de países de América Latina” predicaba el presidente Iván Duque.
Llamadas del Call Center de los diferentes bancos se ofrecieron millonarios créditos a la industria nacional, a los empresarios de la construcción y al turismo nacional, para imprimirle una nueva dinámica a la economía, luego del sablazo de las tres últimas reformas tributarias, dos de ellas en el gobierno del ex presidente Juan Manuel Santos y una del gobierno del presidente Iván Duque, disfrazada con el pomposo título de ‘Ley de Financiamiento Nacional’.
Dos meses después de iniciado el fatídico 2020 apareció la ‘Pandemia China’ provocada por el Covid -19, una diminuta criatura que ingresa al organismo humano por el contacto personal, por una tos seca y persistente, por el material orgánico que se desprende del estornudo de las humanas criaturas, que ha producido la muerte de más de ciento cincuenta mil personas en el mundo. No existe un lugar donde podamos escondernos para evitar el contagio.
En la punta de su nariz, en el beso furtivo de los enamorados, en el contacto con las manos para saludar a las personas, puede estar la figura invisible del coronavirus, que está ganando la tercera guerra mundial, esta guerra biológica que ha producido más estragos que la bomba atómica lanzada en Hiroshima.
La última guerra mundial, que provocó la división de Alemania en 1942, por las locuras de Gustavo Adolfo Hitler, que tenía la obsesión de purificar la raza humana y exterminar al pueblo judío, fue un enfrentamiento con armas convencionales, con buques y aviones de guerra que surcaron los cielos europeos.
Los países aliados de Europa, con la participación de los Estados Unidos, pactaron en 1945 el final de la segunda guerra mundial en la conferencia de Yalta, donde los líderes militares del mundo conocido fueron Dwight Eisenhower, jefe del ejército norteamericano, que llegó a ser presidente de los Estados Unidos y Charles De Gaulle, representante de los Países Aliados, que después sería el presidente de Francia.
La Guerra del Coronavirus, un arma biológica que se disparó de las probetas de ensayo de un laboratorio chino, la estamos padeciendo como si se tratara del fin del mundo.
Una pandemia que acabó con los liderazgos de Estados Unidos, España, Italia, Francia, Reino Unido y Alemania, para obligarnos a un nuevo orden mundial.
Lo ha dicho el Sumo Pontífice, cuya visión profética apunta a un cambio de actitud en las relaciones del poder político que por siglos ha sometido a los pueblos pobres del mundo, especialmente a las negritudes del África, donde los niños se mueren de hambre, como nos vamos a morir de hambre en los países de América Latina, si el fantasma de la muerte sigue paralizando la actividad productiva.