Nacional
Un recuerdito para desmemoriados, soslayadores e ignorantes.

Para quienes consideran un exabrupto eso de garantizar voceros en Cámara y Senado para las FARC –desmovilizadas como ejército revolucionario y trasformadas en movimiento político legal producto del Acuerdo para la terminación del conflicto–, y la garantía de un número de curules mínimo a partir de 2018, quisiera hacerles un “recorderis” histórico, pues en muchas ocasiones la ignorancia de lo pasado (o su “olvido voluntario”) nos nubla la visión del panorama actual y la perspectiva del futuro.
El 15 de mayo de 1910, en el gobierno de Ramón González Valencia, se instaló la Asamblea Nacional, elegida por los concejos municipales como constituyente, que determinó la introducción de lo que llamaron “sistema de proporciones”, o normas del cociente electoral, y con esa reforma se estableció que el partido opositor al vencedor de las elecciones, o “partido contrario”, tenía el derecho a participar en todos los órganos colegiados de elección popular, de acuerdo con los votos obtenidos, garantizando de todas formas curules de “al menos la tercera parte en cada corporación pública”. Tal reforma garantizaba que una norma anterior, no aplicada, de la constituyente de 1905 (la de Rafael Reyes) o Acto Legislativo de 5 de mayo de 1905, que terminaba el sistema de “escrutinio mayoritario” para elecciones uninominales y plurinominales, se pusiera en marcha.
No obstante el cuento de la participación proporcional, de acuerdo con el número de votos, es decir el cociente electoral como se entiende hoy, solo se reglamentó a partir de 1932, cuando el 27 de mayo mediante la ley 7ª, en el gobierno de Enrique Olaya Herrera, se especificó que terminaba el “número mínimo de curules” garantizado, y se aplicaba la proporcionalidad de curules de acuerdo con el número de votos para cada caso, llevado a la práctica solo en las elecciones parlamentarias y locales de 1934. Es decir hubo 24 años en que el partido “minoritario” en elecciones tenía un tercio de las curules, lo que llevó incluso a perversiones como las de que el partido que quería se abstenía, pero tenía aseguradas sus “curules asignadas a dedo” de un tercio.
De modo que para conservadores y liberales, que fueron los destinatarios de esa reforma, para las variantes del bipartidismo histórico, y para neo-izquierdistas y despistados, lo acordado con las FARC no es ni novedoso ni exótico, ya que en su momento las normas de la constituyente de 1910 fueron aplaudidas a rabiar y se consideran la tapa del cierre de las nueve guerras civiles nacionales que asolaron a Colombia entre 1830 y 1899-1902.
¡Ah el viejo marqués de Santayana, ese que dijo que “el que no conoce la historia, está condenado a repetirla”, nos vuelve a saltar en las narices!
Alfredo Valdivieso.